Querido amigo, me quedé pensativo
cuando me dijiste que soy raro. Al principio no sabía si era un elogio o una
ofensa, no sabía si bromeabas o me lo decías en serio. Dudé y mostré mi
debilidad por un instante, luego caí en que tenías razón: soy raro,
independientemente del tono en que lo dijeras.
Claro que soy raro. Si para ser
normal hay que ver Tele 5 o Antena 3, soy raro. Si para ser normal hay que ser
espectador de sus repugnantes series de ficción, si para ser normal hay que
seguir sus zarrapastrosos concursos musicales, si para ser normal hay que ser
seguidor Buenafuente, de Sálvame o de Kiko Pantojo… claro que soy raro.
Si para ser normal hay que ser
del Real Madrid o del Barcelona, si por fuerza he de ser del equipo de mi
pueblo, claro que soy raro. Si para ser normal he de salir estas próximas
fiestas a beber porque sí, a estar alegre porque sí, a estar amontonado en
salas de fiesta mientras me torturan los tímpanos… claro que soy raro.
Si para ser normal hay que salir
todos los fines de semana a dejarme ver por la Calle Mayor, si para ser normal
he de tomar el vermú o el café donde puedan decir “mira quién entra”… claro que
soy raro. Si para ser normal he de ser socio del club de fútbol local o del no
menos ilustre casino local… claro que soy raro. Si para ser normal han de
gustarme los anuncios de colonia con hembra semidesnuda… claro que soy raro.
Si para ser normal hay que votar
al PP o al PSOE (o a los nacionalistas vascos o catalanes en sus respectivas
autonomías)… claro que soy raro. Si para ser normal hay que pensar como la masa
electoral que con sus votaciones tan “normales” nos ha llevado a esta situación
catastrófica… claro que soy raro.
Si para ser normal debo entrar en
los bares hablando en voz alta ante los presentes, presumiendo de lo que soy,
de lo que tengo o de lo que hago, exponiendo exageradamente o inventando mis
propias virtudes… claro que soy raro. Si para ser normal debo defecar tres
blasfemias cada dos palabras… claro que soy raro.
Si para ser normal debo ser
religiosamente neutral, espiritualmente inane, formalmente agnóstico o
simplemente indiferente… claro que soy raro.
¿Pero cuál es la norma? Y sobre
todo: ¿Quién la pone? Si es así, si la norma es la que es, si la pone quien la
pone… claro que soy raro, por supuesto que soy raro. En caso contrario sería
como tú. Tan “normal” como tú.
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