Vivimos en un sin vivir.
Levantarse cada mañana y enfrentarse a los titulares de los periódicos o a las entradillas
de las radios es exponerse a un síncope mortal. Normalmente “Cada día tiene su
afán”, dice la sabiduría popular, pero habremos de sustituirlo por cada día
tiene su corrupción. Sus corrupciones.
Hubo un tiempo en que la
izquierda española era angelical y la derecha demoníaca. Como se nos había
informado previamente, la derecha robaba y esquilmaba a los pobres y la
izquierda era ese Robin Hood que ponía las cosas en su orden correcto. Mientras
la derecha se llenaba los bolsillos ayudada por el capital y la Iglesia la beatífica
izquierda repartía progreso cultural, económico y social de manera altruista,
deshaciendo las perturbaciones de la sociedad, empecinadamente dirigidas contra
las clases sociales más desfavorecidas.
Y luego llegó Roldán, claro. Sí,
antes hubo otros, pero Roldán significó la caída del guindo de media España,
significó la desaparición de la venda de los ojos de los ciudadanos y la
izquierda no pudo seguir exhibiendo sin desfachatez su bonhomía. A cada uno lo
suyo.
La derecha, si me permiten seguir
haciendo caso a los estereotipos, sigue a lo suyo, a llenarse los bolsillos de bárcenas,
sin recibos ni justificantes, pero todo ello de manera… de manera… de esa
manera que nos dicen que no es ilegal, vaya, aunque de la ética y de la
honradez no nos quieran hablar. Por si acaso, evidentemente. En definitiva de
la derecha española, ya sabemos lo que podemos esperar, sigue montada en el
estereotipo.
A la izquierda, tan dada a la
demagogia, la que quisiera refrescarnos aquella añeja idea de los cien años de
honradez socialista (¡ja!), le gustaría colgar de nuestro cabecero una imagen
permanente de Bárcenas y Rajoy, dándose la mano ante el logotipo del PP para
que no se nos olvidase jamás la idea de corrupción asociada a la “derechona”.
Lamentablemente la izquierda que se compra y se vende por unos jamones de
bodega, qué miseria moral, se ha quedado sin margen de maniobra pues a la vez
que critica las leyes de despido las utiliza en beneficio propio. ¡Qué claridad
de mente!
A la robinjudiana izquierda el
poder le sienta tan mal como a la derecha, quizá la honradez no sea cuestión de
ideologías sino de de personas. Que tras décadas de poder absoluto en Andalucía
se descubran ahora sinvergonzadas del tamaño del agujero de ozono nos permite
asomar la mirada a lo que puede haber detrás, a poco que se vaya descorriendo
el telón de tantos años sin control. Que quienes ponen la razón de su ser en
defender a los obreros se gasten el dinero destinado a ellos en pancartas,
comidas o maletas (¿para vendérselas o prestárselas al PP?) es de una gravedad
tal que no se puede despachar con leve tuit como está haciendo UGT.
Quizá estamos acostumbrados,
demasiado acostumbrados a la impunidad de los políticos y a que se apoyen y
disculpen unos a otros, quizá pensamos en la ineficacia de la justica española
(Ay, si le hicieran un informe PISA como a las escuelas) con los poderosos,
pero ¿se atreverían los lectores a apostar cuántas condenas va a haber tanto en
al caso Bárcenas (¡coño, uno en la cárcel!) como en los diferentes casos
abiertos en Andalucía? Ah, disculpas, antes habría que apostar sobre la
hipotética fecha de un hipotético juicio… ¿Lo habrá?
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