Conste que soy de los que se
apuntan a la nueva idea de trasladar a Barcelona parte de las estructuras del
Estado y nombrarla co-capital de España. Si bien no va a servir para frenar a
los nacionalistas, nada les frenará, es una idea que corresponde a la realidad
de una nación (¿Hay dudas de que hablo de España?) con dos grandes capitales,
grandes centros económicos, culturales y sociales.
Ciertamente lo único malo que
encuentro a la idea es que quien la ha propuesto lo ha hecho pensando en
desmontar las tesis nacionalistas. Sin embargo para calmar la pujanza
nacionalista se han hecho ya demasiadas cosas sin que hayan surtido efecto.
Recuerdo que el actual Estado de las autonomías se levantó exclusivamente para
eso; que se hayan consolidado dos clases de autonomías y por tanto dos clases
de españoles también se sustenta en esa tesis de favorecer a los nacionalismos
para sosegar su ansia. Y también para ello se han aprobado miles de leyes desde
1978 (Educación, Sanidad, Poder Judicial, Ordenación del Territorio…) que se
aprobaban sólo si los nacionalistas querían y si se les compensaba por ello con
ventajas legislativas. Y sin embargo estamos donde estamos, a los nacionalistas
todo esto les da igual, siempre encontrarán motivos para sentirse frustrados,
para sacar a la vía pública sus complejos y sus lamentaciones. Nunca nada les
ha sido ni les será suficiente, quieren lo que quieren y de momento van
perfectamente encaminados a ello gracias al inútil de León y al inepto de
Santiago de Compostela.
Sin embargo que Barcelona sea co-capital
puede llenar de orgullo a esos millones de catalanes que le dieron un corte de
mangas a ese referéndum de la señorita Pepis que montó Artur Mas al tiempo que
pregonará dentro y fuera de nuestras fronteras que Barcelona sigue siendo
España.
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