…de lo que ocurre en Cataluña,
naturalmente. De la misma forma que el resto de los españoles la tenemos de lo
que ocurre en el resto de España, obviamente. Les estoy hablando de los nuevos
presupuestos para 2015 que presenta la Generalitat. Todos somos responsables de
lo que votamos, no ya individualmente sino de aquellas soluciones que
colectivamente hemos elegido para gobernarnos.
La Generalitat aumenta un 36% el
gasto en embajadas –publicidad para su campaña independentista- mientras apenas
eleva un 1’5% el presupuesto en Sanidad. Y Artur Mas se queda tan ancho porque
sabe que la sociedad, su sociedad, la que lo vota, lo admite, lo tolera y hasta
lo aplaude. Viva la independencia, coño.
En cualquier otro país civilizado,
incluso en el resto de España, la oposición pondría el grito en el cielo y
armaría la de San Quintín en el Parlamento. ¿Y qué me dicen de la prensa y de
los medios en general? ¿Sospechan los titulares al día siguiente? ¡Me imagino a
Pablo Iglesias y su chavismo bolivarianismo castrismo asediando las sedes del
PP! ¿Qué creen ustedes que harían en la Puerta del Sol aquellos (sus)
indignados que estuvieron acampados si Mariano Rajoy hiciera otro tanto en los
presupuestos generales de España? El olor a gasolina quemada llegaría de Murcia
a La Coruña…
Pero no, en Cataluña esto no
parece pasar y Artur Mas se puede permitir estos desmanes porque a un número
elevado de catalanes les parece bien, porque la prensa no lo denuncia con
suficiente acritud y porque la oposición carece de conocimientos, voluntad o capacidad para hacer llegar su opinión al
resignado votante.
¿Y la sociedad civil? La sociedad
civil catalana ha estado ausente del panorama ciudadano como lo estuvo Rajoy.
El pueblo es manso y humilde. También en la tan europea Cataluña. Sólo en las
últimas semanas antes del referéndum chiste una parte de ella se organizó para
defender sus intereses… ¿Y ahora?
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