Y conste que he suavizado el
título, en mi idea inicial no pensaba expresar ninguna duda, gran parte de la
sociedad española es imbécil. Conformada
por nuestras series de televisión y mareada por el buenismo progre gran parte
de España es imbécil.
Voy a dejar de lado lo de las series
españolas expertas en vendernos ilusos mundos
de Yupi, series bastas, siempre usando la homosexualidad como perejil de todas
las salsas, con personajes ordinarios y sanchopancescos que han conformado una
España, belenbestebanesca, de iletrados y zafios ciudadanos sumisos, tan políticamente
correctos que votan sin rechistar lo que nos ordenan.
Así que déjenme centrarme en el
buenismo político que actualmente está representado de nuevo por el “No a la
guerra”. El buenismo simplifcador de
este eslogan, eslogan que hasta el más burro del pueblo firmaría, quiere
colonizar a la masa “votadora” como si fuera el bálsamo de Fierabrás. Conste que
a la pobre masa votadora ya la han colonizado otras ideas a través de los
medios de trasmisión ideológica: casi siempre teles y radios, que llegan a más
gentes, incluso las más simples, que todas tienen derecho al voto.
El sistema es fácil: La España
buenista, mema, insustancial y demagoga pero decidida a imponer su criterio toma
una idea simple, instalada en el inconsciente social, y la explota a
machamartillo hasta convertirla primero en un icono y después en una verdad absoluta
de la que nadie puede escaparse a riesgo de ser señalado como facha, antisocial
o decadente. Nadie desea una guerra, todos la rechazamos, pero si alguien
manifiesta que para que haya guerra basta con que una parte la quiera y acepta
la posibilidad de que Europa tenga que defenderse enviando soldados a ultramar…
pasas a ser un depravado belicista que estaría encantado de ametrallar a
poblaciones enteras. Y aunque no te hayas movido de tu casa y tu oficina te
conviertes en corresponsable de todos los muertos y toda la destrucción que se
produzca, incluidos los muertos que “aporte” el enemigo. Perdón, acabo de
escribir esta palabra maldita y los imbéciles buenistas estarán llamando a mi
puerta con porras y piedras para hacerme entrar en razón…, en razón
democrática. Para ellos el “No a la guerra” debe ser una verdad absoluta,
aunque nos estén ametrallando en bares, terrazas y discotecas.
Hay una cierta España crédula,
simple e infantil que acepta esta serie de frases relumbrantes como si fuese palabra
divina, hoy no hay más dios que Pablo Iglesias y su palabra es el laico
evangelio moderno. O tragas sin matices con el eslogan y su ideología o eres
carne de cañón. De nada vale que expliques que no quieres la guerra y que para
hablar de pazzzzzz (con muchas zetas zapateriles) se necesitan dos voluntades
pero para la guerra basta una. De nada vale; la simplicidad del mensaje se ha
impuesto y la España imbécil lo graba con navaja albaceteña en la cabecera de
la cama. Reconozco que a veces es difícil sustraerse a la presión de La Sexta,
Antena 3, Sálvame, Gran Hermano y otras cagadas de pato que ve media España. El
problema es que esa media España vota, claro.
Y especialmente dedicado a mis
críticos: claro que no basta con ir a la guerra armados de tanques y aviones
hasta los dientes; además hay que averiguar quién abastece y quién subvenciona a
los salvajes. Y decidir si nos interesa más su amistad… o su petróleo. Sí,
acepto que a lo peor ya lo sabemos y que nuestros políticos han “tragado” con
ello. Pues no traguemos nosotros con ¿nuestros? políticos. Ya, pero para ello
usted tendría que dejar de ver ese programa de televisión que tanto le gusta, y
posiblemente no está dispuesto a ello porque usted es imbécil. Solo
posiblemente.
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