Palencia es una emoción:

10 diciembre 2016

La solemne soplapollez del cine español

Dice Almodóvar que la campaña contra Trueba le parece horrible, pero no dice la que le parecieron aquellas palabras de Trueba contra los españoles. La verdad tiene siempre dos caras, pero solo nos suele interesar una, la que más nos conviene.

Por alguna razón los cineastas españoles están siempre interesados en una, generalmente la verdad contraria, la opuesta, a la que interesa a los ciudadanos. Como el gobierno, vaya, como los gobiernos. Contra los gobiernos al pueblo le queda la reducida arma de las votaciones, pero algo es algo. Contra los cineastas maniqueos nos queda a los ciudadanos la posibilidad de no pasar por taquilla. Lo jodío del caso es que los muy puñeteros nos hacen pagar, queramos o no, por sus pelis, vía impuestos. Ahí la diferencia con los gobiernos.

Los cineastas españoles se han creído seres superiores a los demás, endiosados seres superiores a los comunes mortales a los que deben adoctrinar. Por eso desde tiempo inmemorial, desde que murió Franco, se decidieron a darnos clase, especialmente de Historia de España y de ética, a base de películas unidireccionales, sectarias, malintencionadas, sesgadas. Al final la cosa parecía un insulto al sentido común y los espectadores preferían ver cualquier americanada made in Jolivuz, dejando casi fuera del circuito de exhibición las películas españolas hechas a base de subvenciones. Todo ello si hacemos excepción de las astracanadas de Santiago Segura.

Trueba insultó a toda España -a toda menos a la suya- menospreciando el ya de por si escaso sentido patriótico (resulta que está bien tener sentido patriótico para los chinos o los daneses pero para nosotros eso es fascismo) de los españoles. Y lo hacía al mismo tiempo que recogía un suculento premio obtenido con los impuestos que tanto nos cuesta pagar. Por única ocasión en la historia de España los ciudadanos no olvidaron y se lo hicieron pagar, tanto tiempo después que ni el propio Trueba se lo esperaba.

Como no podía ser de otra forma su bróder Almodóvar ha salido en su defensa, el sentimiento de ofensa colectiva es suficientemente fuerte para guardárselo dentro. No se sabe cuándo pero tal vez en algún momento Trueba hallará la ocasión de devolverle el favor y solidarizarse con el director manchego. Ya se sabe, hoy por ti, mañana por mí.

A la izquierda intelectual le quedará recuerdo de esta ocasión, pero no por ello aprenderá. "Los últimos de Filipinas", cuya frase más memorable es un "A la mierda España", es una prueba de la solemne soplapoyez de esa caterva de individuos que se hacen llamar intelectuales y que se creen un cruce descendiente de musas y dioses del Olimpo. Lanzar dos campañas a la vez contra la memez todavía no es posible pero los humildes ciudadanos de la calle ya han parado los pies a Trueba, sigan poniéndoles a prueba. 

Eso o que la película era sencillamente mala de solemnidad. También es posible.

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