Toda época tiene sus excesos que
con el paso del tiempo provocan excesos de signo opuesto. Quizá me he levantado
de la siesta demasiado filosófico pero mi experiencia me lleva a pensar así. Estoy
aceptablemente convencido de que toda presión política desarrolla otra igual
pero de sentido contrario.
Santiago Abascal acaba de
solicitar que los ciudadanos de bien puedan, podamos, tener armas. Lumbreras. ¿Llevar
una pistola al cinto como si la España del siglo XXI fuese el O.K corral? ¿Guardar
armas en casa como si viviéramos en la peor zona del Bronx? Es lo que hace un
par de días ha solicitado el fundador de Vox. Un exceso fruto del exceso
contrario. (Sí, sé que también lo solicitó Pablo Iglesias bastantes años antes)
Yo, como la mayoría de ciudadanos,
defiendo la inviolabilidad de mi hogar, que no lleguen unos mindundis mientras
estoy en casa de mis abuelos y me merienden el pisito para el que estoy
trabajando cinco días a la semana desde las seis y media de la mañana hasta las
ocho de la tarde. La policía no puede entrar así como así, nunca sin una orden
judicial o un delito flagrante, pero unos macarras choriceros pueden reventarme
la puerta sin que yo tenga manera rápida y efectiva de echarlos. Ni quiero que
si les arreo una patada en sus partes pudendas (algo muy improbable dada mi
incompetencia deportivoluchadora) mientras se me llevan la cubertería de plata
que me regaló la tía Eduvigis me caiga encima la ley y me condene a remar en
galeras de por vida. Ya, ya sé que estoy exagerando, pero usted sabe que me
estoy refiriendo a cosas que pasan entre nosotros.
Ante estas situaciones ilógicas,
disfuncionales, injustas y perjudiciales para la buena marcha social, la Ley actual
(con mayúscula) no prevé una solución inmediata. Ahí te las compongas tú
solito, sufrido ciudadano trabajador, y lo hagas sin tocar un pelo al
delincuente. Presunto, siempre, presunto. Porque en caso contrario el
delincuente serás tú. Y el ciudadano que lleva décadas contemplando esta
absurda situación y viendo cómo el mal triunfa ante el bien se ha hartado y
amenaza con votar a radicales que piden que podamos llevar armas. Aquel exceso
ha provocado este otro, esta locura que nos debería hacer reflexionar y que
debería quitar votos a Vox. No me imagino ir en el metro preguntándome quiénes
de mis vecinos de viaje llevarán en el cinto una Smith and Wesson.
La España de siglo XIX era la de la
navaja en la liga de las mujeres y la actual quiere ser la del revólver en la mariconera. ¿La culpa? De
quienes han promovido la inacción de la justicia. O de quienes han callado y
consentido.
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