Soy de la triste opinión de que
España se merece lo que está pasando en Cataluña. Somos responsables. O al
menos somos corresponsables por haber elegido gobiernos que han dado alas a los
independentistas, menospreciando sus fuerzas, sus intereses o su voluntad. Y a
pesar de ver lo que estaban haciendo los hemos reelegido cada cuatro años.
Culpables.
Las ofensas del nacionalismo catalán,
sus continuos menosprecios, han llegado al punto de igualar España y fascismo,
España y robo, España y Franco. Y sin embargo los españoles hemos hablado
catalán cuando le interesó a Aznar y hemos “aprobado” lo que saliera del
Parlament cuando convenía a Zapatero. Saliera lo que saliera, porque cuando Zapatero
lo afirmó no se sabía aún, aunque se podía prever, el rumbo separatista de aquel
nuevo Estatut.
Sus ofensas, racistas, clasistas,
se producían con desprecios de Pujol al idioma (“Que pongan el karaoke” vino a
decir cuando le pidieron que reprodujera en castellano unas declaraciones que
acababa de hacer en catalán), a la historia o a las leyes. Y los gobiernos
centrales, elegidos democráticamente, doblaban una y otra vez la cerviz ante él
cuando interesaba aprobar una nueva ley. Y en cada caso se producía una venta
de los intereses generales españoles a los intereses catalanistas. Y volvíamos
a reelegir a unos y a otros. Culpables.
Durante años los nacionalistas
han incumplido sentencias de los más altos tribunales sin que pasara nada, lo
que significaba manga ancha para Cataluña, y sin que nadie les exigiera respeto
a los tribunales emanados de la constitución. Durante décadas han escondido y
ofendido la bandera de todos, sin que el Estado haya intervenido en defensa de
la legalidad y los intereses comunes. Durante décadas los nacionalistas han
perseguido el idioma castellano, por muy cooficial que fuera, sin que jamás el
Estado haya intervenido en defensa de la realidad.
Durante décadas los nacionalistas han
manipulado la Educación, burlando la enseñanza del castellano. Y nadie en
nombre del Estado ha intervenido en defensa de la legalidad y de los intereses comunes.
Durante décadas la escuela catalana ha adoctrinado a los niños –si hay algún
tabú en Educación debe ser el de la manipulación de niños indefensos- sin que
la Alta Inspección del Estado haya intervenido.
Y siempre hemos reelegido a los
causantes que, felices y satisfechos, seguían cometiendo las mismas tropelías. Con
nuestro permiso, claro. Con nuestro voto. ¿Somos o no responsables? Y no
obstante todo ello la inversión del Estado (o la privada favorecida por el
Estado) ha seguido yendo a una de las regiones más ricas y prósperas,
abandonando a las más pobres y desfavorecidas y a pesar del cariz que con el paso de los años iba tomando ya la
situación en Cataluña.
Los gobiernos pasados andaban
sobrados de razones para cortar tantos desmanes, pero no lo han hecho por
miedos o por complejos, no fuese que alguien les llamase españolazos. ¿Por qué
se ha callado cada vez que desde medios oficiales se alentaba el “España nos
roba”? ¿Por qué no se ha ayudado a las familias que querían estudiar en
castellano? ¿Por qué se ha callado después de cada ofensa al himno? ¿Por qué a
pesar de las amenazas de independencia se ha seguido invirtiendo
preferentemente en Cataluña? ¿Por qué no en Murcia, Palencia o Burgos? ¿Por
qué nuestros dirigentes se han encogido
de hombros, han callado y tolerado? ¿Nadie sabía que las bolas de nieve van
siempre hacia abajo y aumentando de tamaño?
Hemos llegado por consentimiento
a esta situación kafkiana, en la que defender la legalidad constitucional es
facha, en la que enseñar la bandera nacional es facha (Dios mío, ¿cuándo
seremos como los franceses o los daneses?). Por consentimiento hemos llegado a
una situación en la que el nacionalismo ha copado todos los puestos de la
sociedad, desde las AMPAS a los bomberos, como si en Cataluña solo hubiese una
sociedad, un solo sentimiento de catalanidad, sentimiento del que con desprecio
de las instituciones se han apropiado exclusivamente los nacionalistas. Por
consentimiento nacional hemos permitido que los más brutos del nacionalismo
hayan llegado a hacerse con el poder y plantear al Estado un duelo en el OK Corral
que, si no lo van a ganar, nos debilita y ofrece una imagen del ridículo
nacional en todos los medios internacionales. Y ofende al sentido común a la
decencia y a 40 millones de españoles. Bueno, menos a Pablo Iglesias y los
suyos.
España se merece lo que está
pasando en Cataluña.
No hay comentarios:
Publicar un comentario