Palencia es una emoción:

14 diciembre 2017

Esta España que odio

Refrénese el impulsivo lector y no saque consecuencias antes de tiempo. Me siento español, tan profundamente español como profundamente castellano. Y orgulloso, moderadamente orgulloso, de nuestra historia; tan orgulloso –lo he escrito en este blog durante años- como un francés, un finlandés, un congoleño o un peruano puedan estarlo de sus respectivas naciones. Es más, ninguna nación que haya tenido importancia e influencia puede revisar su historia sin sentir algún momento de bochorno. Piensen en las barbaridades que han cometido importantes naciones como Alemania, Japón o EEUU.

Pero me refiero a la actualidad. Esta enferma España del siglo XXI me profunde repelús en grandes dosis al mismo tiempo que la siento como hogar, mío y de mis ancestros, y por eso me siento impelido al cariño, a la protección y a la disculpa histórica.

Pero odio la España de un partido corrupto reelegido mil veces por los españoles, partido sumido durante decenios en la podredumbre institucionalizada, riéndose de los ciudadanos a mandíbula batiente, sin que haya asumido jamás ninguna responsabilidad ni haya pronunciado una palabra de disculpa, un partido tan limpio e inocente que borró una y otra vez sus propios ordenadores, siempre por casualidad, nunca por impedir la acción de un juez ni porque tuviera nada que esconder.

Y esta España corrupta, sucia y fullera no puede ser compensada ni equilibrada por la España no menos fullera y tramposa–lo estamos comprobando por fin en Andalucía- de otro partido cuya argumentación más inteligente es llevar la contraria sistemáticamente a los anteriores, que basa su ideología en llamar “fascistas” o “franquistas” a un partido cuyo ideario es compartido por media Europa. Estoy hablando de un partido cuya crítica interna le llevó a callar cuando su líder –Rodríguez Zapacero- negó insistentemente la crisis económica de la que estamos por salir o apoyó con inteligencia mezquina “Cualquier estatut que salga de este Parlament”. Todos callaron como…

Me sigue repeliendo una España de mente estrecha y de mezquindad supina que calla o disculpa al asesino de quien lleva tirantes con la bandera de España, o que apoya un hombre violento con las mujeres… si es del sindicato apropiado. Una España que niega a los jueces cada vez que hay encausado uno de los suyos... porque es de los suyos. Es una España despreciable, extremista hasta la locura y autodestructiva que se opone a su propia existencia, justificándose sempiternamente, reiteradamente, inalterablemente, en cuarenta años de dictadura, como si solo ellos, jóvenes inmaduros muchos, hubiesen sido los únicos en sufrirla. Es una España mema, lerda, de palabra fácil y verbo ligero pero de argumento simple, una España sin equivalencia en ningún otro lugar del mundo, fauna absolutamente endémica de España, imposible de encontrar en lugares tan atrasados y faltos de civilización como Holanda, Austria o Suiza.

Me hace enrojecer la España que antes se reía y despreciaba a los homosexuales y que ahora los utiliza pata vender programas de televisión. Me produce un ataque biliar la España repugnantemente fanatizada y sectaria que protege, no al débil o al desahuciado, sino al bobochorra con leve pátina antisocial que asalta la propiedad privada. Me duele una España que hace del macarra protagonista de la actualidad, del inculto o asocial, héroe, que al vago le da el estatus de okupa, que del “cojo Manteca” saca, por procedimientos nigrománticos, un héroe romántico cuya estela seguir...


Me jode, déjenme decirlo, la España de “Mujeres y Hombres”, de “La que se avecina”, la España de Jorge Javier, la España de “El Hormiguero”, la de “First dates” y la de “Gran Hermano”. Y la de anuncios de colonia del día de la madre, del día de San Valentín y de Navidad.

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