Hoy me he levantado optimista, tal vez la
música que me acompaña, un poco de jazz que tenía abandonado y recogiendo polvo
encima de mi aparato de música, tal vez las endorfinas que el largo paseo que
acabo de dar ha liberado, o tal vez simplemente que hoy tocaba. Aprovechen
señores que nunca se sabe cuándo va a volver a ocurrir, que la vida me ha
enseñado a ver siempre la botella medio vacía.
Y prueba de ese optimismo es que hoy me saltan
al teclado del ordenador noticias que en otro momento me habrían pasado
desapercibidas. Por ejemplo que tengamos a una mujer comisaria de la Policía me
parece una noticia como para tirar cohetes. Que el atractivo navideño de
Palencia sea algo simple a la vez que monumental y que lo instalen en la
abandonada plaza de la Catedral me parece de nuevo algo para recordar.
Lo de la comisaria es algo que yo había echado
en falta desde hace tiempo. Hay profesiones que parecían -dense cuenta, amigos
oyentes, de que hablo en pasado- que parecían hechas solo para hombres. No digo
ya las profesiones de policía o… conductor de autobuses, profesiones que los
años desmasculinizaron hace ya mucho tiempo, sino que encima es jefa, jefa con
autoridad, jefa para dar un puñetazo en la mesa en caso de necesidad, jefa para
aparecer en las fotos oficiales junto con sesudas autoridades muy barbadas y
bigotudas, y también jefa para que se le cuadren hombres barbados y bigotudos.
En estos tiempos en que conmemoramos el día de la mujer trabajadora o el día
contra el maltrato a la mujer, que tengamos a una mujer policía con mando en
plaza me parece de lo más estimulante.
Hablando de esto… aprovecho para
mencionar que me parece que estamos haciendo las cosas muy mal cuando hipersexualizamos
ya a niñas de trece años, cuando les decimos, escondiendo siempre la palabra,
manejando adecuadamente el lenguaje, que deben “estar buenas.” A los trece
años, pongamos. Sí, no, no me llamen cosas raras… lo estamos haciendo. Se nos
llena la boca hablando de lugares comunes, esos que el feminismo antañón,
decimonónico y obsoleto ha hecho propios, y que no niego que haya que combatir
duro, pero nos olvidamos de que hay quien viste a su niña de trece años para
que “esté buena”. No, ya digo que normalmente nadie lo expresa así, faltaría
más, pero uno no tiene más que ponerse los ojos para salir a la calle. Me
extenderé sobre ello otro día, que he dicho que hoy me dominaba el optimismo,
así que, volvamos al comentario principal, que en Palencia tengamos una
comisaria jefa de Policía me parece un regalo casi de navidad. Pedagogía en
estado práctico.
Y de navidad es también la otra noticia de la
que quería hablarles: el tobogán de 21 metros que se va a instalar en la plaza
de la Inmaculada, en la plaza de la catedral, vaya, por si acaso alguno de
ustedes, hablando de tobogán, no cae. Bueno, ustedes perdonen, yo en realidad
no quería hablarles tanto del tobogán, sino de la plaza en sí. A mí me encanta
por su quietud, por su historia, por su aspecto recoleto, por su amplitud.
Siempre me ha parecido un espacio digno de mucho más protagonismo urbano del
que en realidad tiene; a mi parecer su aire recoleto, que me encanta, insisto,
debería verse más matizado por comercios y bares. A mi humilde entender debería
tratarse de un lugar de encuentro, un lugar para convivir y no solo lugar de
paso, un cruce de caminos entre una zona y otra de Palencia. Parece que alguien
se ha dado cuenta también y aunque sea solo por unas cuantas semanas,
recuperará su protagonismo, dejará de ser un lugar que está “detrás”, dejará de
estar escondida y pasará a ser actor principal de Palencia. Algo deberíamos
hacer para que un lugar tan simbólico e histórico deje de estar retirado y pase
a ser céntrico. Algún tipo de estímulo habría que poner en juego.
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