Uno está ya cansado de pasar por
el mundo entre críticas a la Iglesia. Naturalmente cuando digo “La Iglesia” me refiero a la católica. Sea una
reunión de trabajo, una de amigos de infancia, de amigotes de bar o una con compañeros de estudios basta aludir
leve y someramente a la Iglesia para que empiecen las toses, los ruidos de
garganta y las hiperventilaciones. ¡Ángelamariajuana!
Soy consciente de que la Iglesia se ha ganado a pulso parte de su descrédito
actual, tanto como de que recibe un rechazo firme y exagerado de parte de los
españoles y, también, de la injusticia de esta situación.
Cierto que falta un aggiornamento
de la Iglesia y sus circunstancias en el mundo actual. Pero también lo es que
una Iglesia excesivamente mundana y apegada a los bandazos de la sociedad
actual no iba a escapar de similar o mayor rechazo. Y más en una España que se pasa la vida detrás
de los curas, con cirios o con porras, una España que aún hoy ataca los
edificios religiosos, que piensa que la mejor iglesia es la que arde.
Y es que da igual quien encabece
la Iglesia, Juan Pablo II, el Papa Ratzinger o el actual Papa “progre”, tan
distintos. Sea como sea el Papa en una España que se mueve entre el meapilismo
y el asaltacapillismo hay personas que encuentran que “viste” bien, de pijoprogre,
soltar una risita sarcástica cuando se habla del Papa. Y de ese pijoprogresismo
tan aceptado proceden muchas críticas inconsistentes. Sé que no faltan razones
para criticar (toooooodo en esta vida es criticable, puesto que somos capaces
de usar nuestra libertad de expresión) a la Iglesia y sus posturas. A más de un
lector le habrán venido varias razones para atacar sardónica y grotescamente a
los católicos, entre las cuales la primera será sin duda la pederastia. La pederastia
y la tardanza de las autoridades en condenarla públicamente y pedir las
oportunas excusas son el argumento más a mano en la actualidad.
De nada valdría decir que entre
los curas hay tantos casos de pederastia como entre los fontaneros, carteros o empleados
municipales. De nada valdría puesto que un cura está obligado a predicar el
Evangelio con su ejemplo personal, mucho más que un fontanero o un empleado
municipal. Ser cura es un compromiso personal que conviene abandonar si uno no
tiene lo que hay que tener.
Pero volviendo a hablar de nuevo
de la Iglesia se nos olvida siempre una parte de la argumentación. Y dejar de lado la otra mitad es ser
parcial, injusto y manipulador. Porque se nos olvida, interesadamente, que por
cada párroco pederasta hay una inmensa multitud de párrocos honestos, sacrificados,
que han renunciado a la vida en familia, al progreso económico y al éxito social
por ejercer una profesión incomprendida, vilipendiada y a veces hostigada por parte
del tolerante pueblo español. Se oculta esa parte y con ella las ayudas de la
Iglesia y sus instituciones a las personas más abandonadas, incluso del Estado
hiperprotector. ¿Hablamos del destino de las colectas de las parroquias
españolas, hablamos de Cáritas, hablamos de hospitales, hablamos de ancianos? Si
prefieren podemos hablar de la labor silenciada de la Iglesia que recoge a
inmigrantes ilegales en el estrecho de Gibraltar y los cura, ayuda, viste y
alimenta cuando nadie más quiere hacerse cargo de ellos. ¿O eso lo dejamos y
seguimos hablando de lo de siempre?
Es curioso cómo mientras nos
reímos o carraspeamos nerviosamente cuando hablamos del Papa llevamos a
nuestros hijos a colegios religiosos, porque… ¿Por qué lo hacemos si somos anticlericales?
¿Hasta dónde llegan nuestras
convicciones? ¿Qué desdoblamiento de personalidad tenemos? ¿O simplemente somos cínicos?
La equis, ya. Sí, la equis de la
Iglesia en la declaración de la renta: la pongo porque quiero y el que no
quiere no la pone. Y no pasa nada. Y no cuesta nada. A nadie.
Se me acaba el espacio… y aún me
queda hablar de la labor social (cómo vende esta palabrita en nuestro mundo…)
de Manos Unidas y de uno de los tres grandes amigos que he tenido en mi vida,
compañero de estudios, de bar, de discoteca, de música, de ligues y de fútbol,
que siendo ya un hombre muy hombre dejó su casa, su pueblo, su madre, su
exitosa carrera profesional y se marchó… pueden ustedes suponer dónde y a qué.
Pero no importa, echemos una risa
cada vez que hablen del Papa o de la Iglesia, aunque haya millones de personas
cultas y torpes, ricas y pobres que le
siguen allá donde se desplace… Cosa que no pasa con nadie más… ¿O sí?
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