Yo todavía me acuerdo de cómo se
ha ido desindustrializando Palencia en los últimos años. Me acuerdo, por
ejemplo, de cómo era la azucarera de Venta de Baños, de cuántos y cuántos
hombres y mujeres trabajaban en sus distintas zonas de producción. Me acuerdo
de las bellas y poéticas promesas que se hicieron cuando se cerró. Tan bellas y
poéticas como falsas. O de cómo su estación en la que paraban reyes se ha ido
empequeñeciendo hasta la actual. Una estación con fonda y restaurante,
comisaría de Policía, telégrafos, estafeta de correos. O por ejemplo también me
acuerdo de la azucarera de Monzón de Campos y las no menos bellas, poéticas y
falsas promesas que se hicieron. Y de las minas de carbón del norte también me
acuerdo. Sí, y me acordaré de la térmica de Velilla.
Todo parecía estudiado, hecho a
propósito para buscar la muerte de un territorio, un plan a medida que
terminaría con el vaciado de comercios la calle mayor de Palencia, propósito ya
muy avanzado, un maldito plan elaborado cruelmente para facilitar la salida de
tres palentinos al día. Y están consiguiendo sus malignas intenciones. ¿Qué
haría cualquier empresario con sus empleados que no consiguieran sus objetivos
empresariales? ¿No los despediría? Nuestros políticos están fracasando día a día
y sin embargo los reelegimos. No, no me refiero a los políticos más cercanos,
que también tienen lo suyo. Hace mucho que el problema les superó, hace mucho
que las soluciones no dependen de ellos, hace mucho que carecen de poder para
revertir la actual situación. De modo y manera que los establecimientos de la
calle mayor caen como una fila de fichas de dominó.
Soy muy consciente, por amistad
y por mero conocimiento, del esfuerzo
que hacen los pequeños empresarios de Palencia para tener abiertos sus comercios
con un puñado de empleados, soy consciente de su esfuerzo por mantener el tipo,
luchar y salir adelante, pero hay ocasiones en que se tienen que desmoralizar,
hundir y ser invadidos por unas inmensas ganas de mandarlo todo a… a ese sitio que tan certeramente está usted
imaginando. La culpa, claro, es de todos. De los que deciden poner sus fábricas
en otros sitios, porque esos sitios son españoles privilegiados que tienen
conciertos económicos especiales con el Estado, privilegios medievales con los que
los demás no podemos luchar; pero también la culpa es nuestra, del ciudadanos
anónimo que decide comprar en Valladolid o en Amazon… ese ciudadano es parte de
los ejecutores de nuestra propia sentencia, es parte del círculo vicioso de
nuestra decadencia.
Hoy, contra mi natural tendencia
vital, quiero ser ligeramente optimista. No, no se va a revertir nuestro
lamentable infortunio, pero se va a ralentizar nuestra desaparición programada.
Cien millones de euros tienen la culpa, cien millones que se van a invertir en
Guardo… (No, tampoco se me han olvidado las numerosas industrias que han
desaparecido en esa zona en los últimos 30 años) que ayudará a fijar población.
Sólo el tiempo dirá si las promesas de 50 empleos directos y trabajo indirecto
para 500 agricultores de la zona (oiga, ¿500?) se harán realidad o quedarán
como aquellas promesas hechas cuando se desmantelaron las azucareras de Venta
de Baños y Monzón…
Y Castrejón de la Peña… la
antigua mina de Castrejón de la Peña… Si me permiten retorcer las palabras
vamos a ver a los antiguos mineros sirviendo café a los turistas… 50
apartamentos turísticos… Si no vamos a sobrevivir por la industria a lo mejor
el turismo… Recuerdo “Farmacia de Guardia”, aquella serie de Antena 3, una
serie blanca, limpia, sin las zafias vulgaridades, sin los toscos argumentos de
las series actuales. En uno de sus capítulos los padres iban a irse de
vacaciones de verano con sus hijos. El padre, verbenero, juerguista y
mujeriego, proponía a los chicos irse a la playa; la madre, en cambio, les
ofrecía hacer turismo por la provincia de Palencia. “Puajjj, ¡piedras!”
respondieron los chavales. Y es que al español medio le atrae más ser una
tostada hormiga en el inmenso hormiguero de una playa mediterránea que venir a
descubrir los inmensos horizontes de Castrejón, Triollo o Santullán. Bueno, al
español medio y al teutón medio o al escocés medio. Somos una sociedad
mediatizada, influida y robotizada.
Hoy debo terminar con este aire
de atemorizada esperanza, hoy termino con estas buenas noticias para la montaña
palentina. Veremos en qué quedan estas promesas y cuántos palentinos siguen
saliendo cada día a encontrar trabajo en el País vasco, Cataluña o Madrid.
Que Dios nos pille confesaos.
Hasta la semana que viene, señores.
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