Puedo prometer y prometo que no
he visto ninguna gala de Operación Triunfo, que no sé quién será la dichosa
Amaia ni quiénes son los Javis. Puedo prometer y prometo que jamás he visto una
sola gala del cine de los Goya. Puedo prometer y prometo que utilizar la
palabra “gala” para cualquiera de estos dos espectáculos me parece un exceso
digno de tres avemarías y un credo. Y que ver asiduamente cualquier producto
televisivo español y algunas de los largometrajes españoles me parece propio de
tres rosarios, dos salves y media docena de credos. En latín, si fuera posible.
Ya, ya sé que yo a algunos de ustedes les pareceré digno de condenación eterna.
No vean lo preocupao que estoy.
Llámenme radical si quieren pero todo
lo que sucede en las pantallas españolas me parece pernicioso, adoctrinante,
desmotivante y promotor de la estulticia generalizada. Y pecaminoso, por lo
menos, ya que he hablado en esos términos. Desde Chiquito de la Calzada (¿por
qué cuando nos morimos todos parecemos haber sido magníficos?) a Bardem o su multioperada esposa, pasando
por aquel Chikilicuatre. Bueno, bueno, con algunas escasas excepciones. Forman
todos ellos a mi humilde y excéntrico parecer una cohorte de funcionarios del
pan y circo con el que nos comen el tarro a los pobres ciudadanos. Cualquier
cosa antes de que pensemos por cuenta propia.
Que millones de españoles se
concentren ante la tele para seguir un capítulo de Master Chef me parece tan
triste como un discurso de Rajoy. Las producciones televisivas españolas me
interesan tanto como el jaleo de Lantadilla interesa a presidente del gobierno.
Ya, sí, bueno, quiten ustedes Rajoy y pongan el nombre que quieran. Que
millones de españoles sigan con vibrante interés las declaraciones de Ronaldo,
de Messi o de Piqué es algo que me dejará permanentemente asombrado mientras
los contratos temporales, precarios o becarios se multiplican.
No, no se me confundan ustedes,
estoy orgulloso de ser español; me siento tan orgulloso de serlo como un
chipriota, un senegalés o un filipino están orgullosos de sus respectivas
nacionalidades. Incluso tanto como lo está un francés, el colmo teórico del
chovinismo. Pero me parece que tenemos un país muy digno de mejora, lo que pasa
es que nos importamos muy poco, tenemos muy poco amor propio y mientras
nuestros representantes folclórico-culturales sean los tipejos que deciden las
parrillas de televisión o los argumentos de lo que hemos de ver la temporada
próxima vamos de… de cráneo. Lejos de nosotros la funesta manía de pensar.
Les imagino informados de la
crítica que un importante periódico inglés hizo a los españoles: impuntuales,
vocingleros, sucios, blasfemos y otras lindezas semejantes. Entiendo que toda
generalización acarrea injusticias, claro. En algunos sectores de la prensa
española se ha armado un gran lío contra el articulista y contra el periódico.
Pero yo creo que si quitamos cuanto de racista, folclórico y tópico hay en ese
artículo es una crítica bastante acertada.
Acertada pero incompleta, claro,
porque también podía haber hablado de que somos el primer país del mundo en
generosidad, en donación de órganos, pero de eso no decía na de na. Y de los
ingleses, escoceses o galeses que vienen a España a emborracharse, a tirarse de
los balcones y todo eso… no, de eso tampoco decía nada. De comparar nuestra
cocina con la suya, por ejemplo… tampoco.
Nos falta querernos más, darnos
cuenta de nuestros errores más notables y ponernos a la tarea de regenerarnos,
de defendernos de nosotros mismos… Lo de la regeneración es algo que siempre me
ha parecido fundamental en la especie humana, algo que hasta las plantas hacen
cada primavera al dejar detrás el duro y espeso invierno. Pero para ello, para
regenerarnos, los españoles tendríamos que darnos cuenta de nuestros defectos
(uno de ellos es esconder la cabeza debajo del ala) y pensar menos en Belén
Esteban, en Kiko Rivera y otros bichos dañinos como los que cada año perpetran
la gala de los Goya, Operación Triunfo y otras galas de infausto recuerdo que
pululan por nuestras teles hasta horas insensatas, impensables en otros mundos
sensibles e inteligentes.
Hala, señores, adiós, que tengo
prisa, que voy a ver a qué hora es “Mujeres, hombres y viceversa” y luego me
pincharé en vena unas cuantos vídeos de Crónicas Marcianas. Pa’ seguir
mejorando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario