Palencia es una emoción:

08 febrero 2018

Belén Esteban, los Javis: Regenerar España

Puedo prometer y prometo que no he visto ninguna gala de Operación Triunfo, que no sé quién será la dichosa Amaia ni quiénes son los Javis. Puedo prometer y prometo que jamás he visto una sola gala del cine de los Goya. Puedo prometer y prometo que utilizar la palabra “gala” para cualquiera de estos dos espectáculos me parece un exceso digno de tres avemarías y un credo. Y que ver asiduamente cualquier producto televisivo español y algunas de los largometrajes españoles me parece propio de tres rosarios, dos salves y media docena de credos. En latín, si fuera posible. Ya, ya sé que yo a algunos de ustedes les pareceré digno de condenación eterna. No vean lo preocupao que estoy.

Llámenme radical si quieren pero todo lo que sucede en las pantallas españolas me parece pernicioso, adoctrinante, desmotivante y promotor de la estulticia generalizada. Y pecaminoso, por lo menos, ya que he hablado en esos términos. Desde Chiquito de la Calzada (¿por qué cuando nos morimos todos parecemos haber sido magníficos?)  a Bardem o su multioperada esposa, pasando por aquel Chikilicuatre. Bueno, bueno, con algunas escasas excepciones. Forman todos ellos a mi humilde y excéntrico parecer una cohorte de funcionarios del pan y circo con el que nos comen el tarro a los pobres ciudadanos. Cualquier cosa antes de que pensemos por cuenta propia.

Que millones de españoles se concentren ante la tele para seguir un capítulo de Master Chef me parece tan triste como un discurso de Rajoy. Las producciones televisivas españolas me interesan tanto como el jaleo de Lantadilla interesa a presidente del gobierno. Ya, sí, bueno, quiten ustedes Rajoy y pongan el nombre que quieran. Que millones de españoles sigan con vibrante interés las declaraciones de Ronaldo, de Messi o de Piqué es algo que me dejará permanentemente asombrado mientras los contratos temporales, precarios o becarios se multiplican.

No, no se me confundan ustedes, estoy orgulloso de ser español; me siento tan orgulloso de serlo como un chipriota, un senegalés o un filipino están orgullosos de sus respectivas nacionalidades. Incluso tanto como lo está un francés, el colmo teórico del chovinismo. Pero me parece que tenemos un país muy digno de mejora, lo que pasa es que nos importamos muy poco, tenemos muy poco amor propio y mientras nuestros representantes folclórico-culturales sean los tipejos que deciden las parrillas de televisión o los argumentos de lo que hemos de ver la temporada próxima vamos de… de cráneo. Lejos de nosotros la funesta manía de pensar.

Les imagino informados de la crítica que un importante periódico inglés hizo a los españoles: impuntuales, vocingleros, sucios, blasfemos y otras lindezas semejantes. Entiendo que toda generalización acarrea injusticias, claro. En algunos sectores de la prensa española se ha armado un gran lío contra el articulista y contra el periódico. Pero yo creo que si quitamos cuanto de racista, folclórico y tópico hay en ese artículo es una crítica bastante acertada.

Acertada pero incompleta, claro, porque también podía haber hablado de que somos el primer país del mundo en generosidad, en donación de órganos, pero de eso no decía na de na. Y de los ingleses, escoceses o galeses que vienen a España a emborracharse, a tirarse de los balcones y todo eso… no, de eso tampoco decía nada. De comparar nuestra cocina con la suya, por ejemplo… tampoco.

Nos falta querernos más, darnos cuenta de nuestros errores más notables y ponernos a la tarea de regenerarnos, de defendernos de nosotros mismos… Lo de la regeneración es algo que siempre me ha parecido fundamental en la especie humana, algo que hasta las plantas hacen cada primavera al dejar detrás el duro y espeso invierno. Pero para ello, para regenerarnos, los españoles tendríamos que darnos cuenta de nuestros defectos (uno de ellos es esconder la cabeza debajo del ala) y pensar menos en Belén Esteban, en Kiko Rivera y otros bichos dañinos como los que cada año perpetran la gala de los Goya, Operación Triunfo y otras galas de infausto recuerdo que pululan por nuestras teles hasta horas insensatas, impensables en otros mundos sensibles e inteligentes.


Hala, señores, adiós, que tengo prisa, que voy a ver a qué hora es “Mujeres, hombres y viceversa” y luego me pincharé en vena unas cuantos vídeos de Crónicas Marcianas. Pa’ seguir mejorando.

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