No sé, no se sabe aún, lo que ha originado el final de Notre Dame, ese símbolo de todos nosotros. De Francia, de su cultura, pero también de nosotros y de la nuestra. También de la religión católica que quiso levantar a Dios tamaño monumento que atravesara los siglos. Pero, sea un accidente como parece o no, es indudablemente un símbolo de Europa. De surgimiento y la caída de una Europa que no ha sabido conservar sus valores.
Es fácil derramar lágrimas por las vidrieras desaparecidas, por las gárgolas abrasadas, por la aguja derrumbada, pero debemos ver que Europa no ha sabido conservarla, no ha podido proteger su propio pasado glorioso, hay que ser conscientes de que Europa no tiene la fuerza y la firmeza de valores que tuvo. Aquella Europa elevó catedrales, ésta no las sabe conservar. Aquella Europa crecía y se acercaba a Dios, supo mantener sus valores, esta no tiene Dios.
El incendio de Notre Dame es el incendio de una sociedad necia, incapaz de conservar sus esencias, incapaz de conservar sus creencias, incapaz de mantener lo que hombres del siglo doce supieron construir sin medios ni conocimientos como los actuales.
¿Cómo es posible que Francia haya podido dejarse perder su símbolo más querido, cómo es que no había medidas antincendio en el templo más famoso del mundo? ¿Cómo es posible que un soplete, un cigarro, una inconsciencia del tipo que sea hayan acabado con la joya de la cultura francesa? ¿Hay la misma seguridad en el Louvre o en la Torre Eiffel? ¿Está Europa, como parece, en manos de unos solemnes incompetentes? ¿Que la catedral de Paris hubiese quedado reducida a monumento turístico tiene que ver con que haya quedado reducida a cenizas?
Europa es torpe, Europa es ineficaz, Europa está muy lejos de su grandeza, Europa es débil. Se llama decadencia y solo una revolución cultural, emocional y de valores puede pararla. En caso contrario Europa será una sucursal de Rusia, el patio de juego de China o el campo de batalla del yihadismo.
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