Palencia es una emoción:

30 junio 2019

Contra la fiesta del orgullo gay

A mí lo del orgullo gay me parece un disparate izquierdista como me parecería un disparate la fiesta del orgullo heterosexual, la de los gordos o la de los calvos. Que hagan una manifestación para reivindicar lo que les plazca me parece cojofenomenal. Nada que alegar. Con su pan se lo coman y no se atraganten.

Lo que me parece algo ridículo, sanchopancesco, cursi y repelente es que esa manifestación se haya convertido en el desfile de las horteradas. Producen vergüenza ajena algunos, e insisto en el indefinido, de los participantes que parecen “locas”, uso conscientemente esta palabra prohibida, puestas de ordinariez, vulgaridad y zafiedad hasta las cejas. Porque la ordinariez, la vulgaridad y la zafiedad son también drogas que consumen los españoles de muy diversos modos. Ver, oír o leer a Belén Esteban, a Kiko Rivera o ser fan de cualquiera de las comedietas que produce cualquier televisión española son diversos modos de estar enganchado a estas drogas modernas.

Más aún, son estas drogas modernas las que conforman una sociedad enferma, decadente y corrupta representada por los más mamarrachos de los que desfilaban, sintiéndose vanidosamente orgullosos de hacer el ridículo. Porque reivindicar... no parece que reivindicasen mucho. Si, sí, lo suyo es llamar la atención, acaparar los titulares más siniestros, ser objetivo de las fotos más truculentas, causar estupor a fuer de ser bastos.

Hagan un esfuerzo, señores, imagínense otra manifestación del mismo tono de... gordos (¡abajo la gordofobia!) amas de casa, de guardias municipales, de... Los gordos se manifestarían comiendo cocido madrileño tras fabada asturiana, las amas de casa lo harían con zapatillas y rulos y fotografías de Isabel Preisler, los guardias multando a todos los viandantes (eso sí, con papeletas de colores, flores y forma de corazón).

No encuentro ninguna razón para criticar a los gays (sí a alguna de las leyes que ellos han animado) y sí muchas para criticar a los que los critican. Bueno, sí la hay para criticar a los gays que producen generosamente imágenes ridículas, descompuestas, fantasmales, obscenas y grotescas. El absurdo es siempre criticable.

Vivimos en una sociedad en la que se puede defender todo, cualquier idea. Ayer hemos tenido en televisión a un terrorista, nada arrepentido, defender sus ideas, pero lo que nunca se puede es hacer el ridículo.

1 comentario:

angel dijo...

Mi experiencia personal de una vida hasta 68 años, viviendo en internados, desde la escuela hasta en la Universidad, trabajando mayoritariamente entre compañeros varones, es que no he conocido a personajes homosexuales como estos individuos del "orgullo gay". Solamente en el campamento del servicio militar conocimos a un compañero que era homosexual, lo cual demostraba desde su indumentaria, su forma de hablar, su dedicación como bailarín y que dijo claramente desde el principio que lo era. Todavía en la España que mandaba Franco, recibió un trato singular de los mandos del campamento, un dormitorio para él, rodeado por la curiosidad y la aceptación de los cientos y miles de compañero. Hacía las tareas como todos y en sus ratos libres cosía los botones de quienes se lo pedían porque era lo que le gustaba. Posteriormente tuve ocasión de encontrarme con él por la calle (vivía en mi barrio madrileño) y su recuerdo de la estancia militar me dijo que fue una época tan agradable o desagradable como la de los demás a los 21 años.
Ahora salen estos fantoches haciendo su fiesta con grandes subvenciones de esto que se llama "progresismo" o "izquierdismo", divulgando episodios desgraciados de algunas personas (no de ellos mismos), haciendo sentir por las televisiones puestas a su servicio que esos episodios son habituales y que ellos vienen a liberarse y liberarnos a todos de tal lacra. ¡Pobrecitos homófobos y cavernícolas quienes no vemos la gracia en sus espectáculos!
Por supuesto hay que mirar todo esto en el ambiente general de destrozar familias, ningunear el matrimonio, hacer que la gente no se organice libremente sino que dependa de amiguismos y subvenciones de quienes alcanzan puestos políticos. Deberemos olvidarnos de nuestra libertad de razonar para seguir la ideología, incluso la religión, de supuestos intelectuales de gran poder económico en el Mundo, porque esto no es una "enfermedad social" exclusivamente española.

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