Estoy convencido de que el mundo funciona a oleadas. A unos movimientos les siguen otros; a unas opiniones, otras; a unos imperios, otros. A Aznar, Zapatero; a Rajoy, Sánchez. Bueno, y además está Soros. Puede que esté.
El caso es que esta es la hora de Trump y Putin, que son dos caras de la misma moneda: Dictablandas. Y de Sánchez en España. Sánchez me parece peligroso y creído, muy creído. Mala combinación. Pero es mi presidente, legal y legítimo. Hoy Trump le ha mandado sentarse y estarse quietecito. Siéntate, calla y no molestes. A mi presidente no me lo toques. Es un chulo, es vulgar, es un matón de feria. Pero es mi presidente. Es incongruente con su falcon y su defensa de la ecología pero es mi presidente. Trump también es un chulo de feria. Y un matón. Pero ya no es mi presidente.
A mi presidente solo le mandamos callar los que le hemos elegido. Solo le mandamos sentar los que no le hemos elegido. Trump puede convertirse en una desgracia, el primer y último presidente de una ola conservadora que podría equilibrar un mundo jodidamente desequilibrado. Por payaso. Por matón.
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