Las andanzas del joven Francisco
Nicolás, que ha embaucado a medio país,
me parecen ejemplo de la situación moral, social y económica de España. De no
haber sido por el CNI este jovenzuelo de tupé engominado habría triunfado en un
país de opereta.
Media España desea ser
Nicolasito, tenerlo cerca o pedirle un favor. Desde Rinconete y Cortadillo no
parecen haber cambiado mucho las cosas entre nosotros, seguimos siendo un país
de pillos, donde priman mañas y buenos contactos, un país en el que la
picaresca echó raíces por los siglos de los siglos hasta hacerse literatura.
España es Nicolasito, sí, pero también es España esa interminable fila de
pícaros que empezó en Naseiro y se llega en los sindicalistas andaluces
corruptos, Bárcenas, Blesa y las tarjetas opacas. Somos un país de pícaros
black, de pícaros tan estúpidos como para delinquir en inglés.
La crisis económica de España no
es solo hija del capitalismo, sino además está muy emparentada con la crisis
moral y ética de un país que no sólo ha visto el éxito de quince ediciones de
Gran Hermano, sino que ahora lo reedita en otra cadena con los concursantes
coritos, permítaseme el palentinismo. Embebidos como estamos en la zafiedad
intelectual y moral, hemos caído tan bajo culturalmente que nos merecemos que
nos pase por encima esta rapiña universal en la que los poderosos se
autootorgan tarjetas de crédito y sobresueldos mientras los demás nos quedamos
mirando el dedo que señala la luna…
Algo deberían hacer las
autoridades educativas para impedir que tanta inmundicia cale en nuestras
mentes, no basta con enseñar inglés y matemáticas. Inglés se enseña en las
escuelas quizá para que desde temprana edad los niños aprendan lo que quiere
decir una tarjeta black y las matemáticas terminarán por servir para
administrar las cuentas en Suiza. De momento hemos conseguido que emigre la
generación joven más preparada de la historia, como en los años sesenta, pero
ahora universitarios.
O quizás el CNI se equivoca, tal
vez deberíamos encumbrar a Nicolasito a los altares, levantarle estatuas en las
plazas públicas y ponerle una cátedra para que enseñe lo que media España
quiere aprender. Puede que a eso no lleguemos, pero les apuesto a ustedes un
café con churros a que dentro de nada le
vemos en Telecinco impartiendo lecciones. Y serán legión a este lado de la
pantalla.
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