Palencia es una emoción:

22 diciembre 2005

PAPA NOEL ES UN GILI

Y qué puedo hacer yo si la Navidad me parece una de las épocas más detestables del año!! Es el momento en que demostramos lo estúpidos que podemos llegar a ser si nos lo proponemos y lo asombrosamente manipulables que somos cuando decidimos bajar la guardia.
Detesto las cornetas. Y los silbatos. Y las sirenas. Detesto tener que trabajar porque suena una sirena. No me gusta comer cuando lo dice el telediario. Y odio desde lo más profundo de mis entrañas que me digan que tengo que divertirme porque son las fiestas del pueblo, o que tengo que ser entrañable y familiar porque es Navidad. Me revienta, oiga usté. Yo no soy ni entrañable ni familiar.
Casi todos los lectores de este artículo estarán de acuerdo en que ya hemos vivido muchas navidades y todas se parecen demasiado, ¿cuántas años hemos visto ya las insistentes imágenes en las que zarrapastrosos afortunados en la lotería se echan estúpidamente botellas de champán y dicen una y mil veces que ese dinero lo invertirán en tapar agujeros? Algunos se deben creer quesos gruyère.
Termino por pensar si no estaré apresado en el tiempo, como en aquella película. Año tras año se suceden insistentemente las mismas comilonas, las mismas prisas, los mismos juegos... sólo porque es navidad. Y todos los años tienes que aguantar al vecino coñazo que te cuenta su operación de hernia y el banquetazo que se va a meter con las recetas oídas en el programa de Ana Rosa o en el de la otra paisana de las mañanas (de cuyo nombre, lo juro, no he podido acordarme por más que me he retorcido las manos).
El colmo suele ser la familia, un castigo generalmente inaguantable. No, no, les juro que no es mi caso, no. Pero tan tradicional como la figura del belén con un brazo roto es la del cuñao insoportable que se presenta dispuesto a zambombearte la navidad quieras o no. El muy cretino emplea dos o tres horas en contar detenidamente los suculentos negocios que han jalonado su año y concluye su exultante narración justo cuando empiezas a plantearte por qué elegiste ser gris funcionario. En ese momento, harto de vino (tu vino) y de lechazo y turrón (tu lechazo y tu turrón), se sienta en una butaca (tu butaca preferida) y se pone a roncar hasta que el enano cabezón de su hijo (su hijo) tira un petardo en mitad de la sala (tu sala). En ese momento el cuñao (tu cuñao) se despierta y pregunta que cuándo se toma el café en esta casa (tu casa). Inaguanteibol. Insoporteibol.
Pero si hay algo que me produce ganas de encerrarme en casa por los siglos de los siglos aménjesús es Papá Noel y todo lo que significa, incluida la extranjerización de nuestra cultura. Este gordo seboso representa la estúpida y corrompida costumbre de gastar el dinero como si el mundo se fuese a acabar en los minutos inmediatos. Me molesta el empeño de algunos en venderme ñoñas colonias que no necesito, fastuosos relojes que desprecio y horteras corbatas que no uso.
Pues además este año muchos palentinos han tenido la pedestre, repelente, infantil, manida, vulgar, chabacana, rupestre, estropajosa y atragantante idea de colocar en sus fachadas un Papá Noel rampante, tonta e ingenuamente empeñado en ascender hasta la chimenea de la casa. ¡Y con un saco a la espalda! Da igual rascacielos o rascasuelos, moderno adosado o tradicional casa molinera, en el centro o en barrio periurbano, Don Antolín Paletino ha decidido plantarnos un muñequete de tres al cuarto embarcado en trepar hasta lo imposible. A mí Papá Noel me parece un gili, ustedes perdonen.
De esos palentinos prefiero no opinar para preservar mi integridad física. También los hay que ponen lucecitas de colores y otros cuyas ventanas exhalan horripilantes villancicos... con formato de música de ascensor.
¿Quieren que siga? Encima se nos ha olvidado qué coños celebramos.

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