Pocas veces le es dado a un mortal contemplar tan enorme división entre un pueblo y sus políticos como ocurre ahora en Cataluña. Es algo que aparece expuesto a los ojos gracias al fenómeno literario ocurrido con “La Catedral del Mar”.
Cuando el castellano es perseguido insensata e interesadamente por la Generalidad, cuando se anima a los alumnos a denunciar a sus profesores que se expresen en castellano, cuando se insiste a los niños en que empleen solamente el catalán... hasta en el rato libre del recreo, cuando hasta se persigue el idioma en que se rotulan los comercios (¿cuántas denuncias se llevan ya acumuladas?), el fenómeno literario del momento va y demuestra cómo late el corazón del pueblo catalán: Un 90% de ventas en castellano y un 10% en catalán.
Y ello cuando precisamente el catalán es un pueblo culto, muy culto, gran consumidor de lectura. Pero cuando, libre y anónimamente, sin presiones, influencias ni condicionamientos políticos, puede escoger su idioma, resulta que reacciona comprando mayoritariamente, tan mayoritariamente, un libro en castellano. Los políticos por su lado y el pueblo, persistentemente, por el suyo, haciendo de su capa un sayo y marcando clara e independientemente su camino, algo que ya ha ocurrido más veces, algo de lo que los políticos más perspicaces, más libres y menos obsesionados y condicionados por su ideología deberían darse cuenta.
Porque es algo que ya ha ocurrido anteriormente con la exposición tan victimista y teatralmente montada por la Generalidad con los papeles del Archivo de Salamanca. Nuevamente las obsesiones de los políticos y las preocupaciones de los ciudadanos van por caminos diferentes. Se montó dicha exposición en pleno centro de Barcelona, en las Ramblas, esperando ríos de gente que acudiesen a presenciar la gloriosa devolución a Cataluña de sus papeles, aquello que sus sapientísimos gobernantes habían conseguido repescar de la rapiña del franquismo y de la casposa y mesetaria Salamanca. Pero la esperada marea humana nunca llegó, el pueblo catalán “pasó” de tantos ríos de tinta y volvió la espalda a tan celebérrimo archivo. Dicha exposición ha terminado por ser retirada de la Ramblas entre la indiferencia de todos. La han levantado, ya no está, ha desaparecido. De sus famosísismos papeles arrancados a “España” y de las sucesivas vueltas que dicha exposición iba a dar por toda Cataluña simplemente nunca más se supo. Enhorabuena, senyor Maragall, qué éxito.
Los políticos se aprovechan de la indiferencia del pueblo catalán por el estatut para llevarlo adelante. El pueblo y los políticos en pleno divorcio, vaya, que el problema será ver cuántos ciudadanos acuden a votar. Carod Rovira lo sabe y se apunta al desastre, después de tantos meses, tan largos, tan eternos, tan pesados, va el tocacollons y dice que no. Permanece en el gobierno pero dice que no a su producto estrella. Si temerá el resultado que se apunta al desastre de la votación. Ahora que por fin tiene nuevo estatuto va y se baja del carro del Gobierno y se sube en el del desastre del resultado. Qué postura más difícil, estar a la vez en un gobierno y estar contra él, todo al mismo tiempo.
Yo, muy humildemente, propongo a la Generalidad la solución para que el 18 de junio la gente no prefiera las playas a las urnas. Una oferta “gratis total”, conste. La solución es que obliguen a votar a todo el mundo, como en Perú. Y al que no vote le quiten la “ciudadanía” catalana, hale. ¿O a lo peor tienen miedo precisamente a que vote la gran masa indiferente? ¿Tendrán miedo?
Por cierto, que no conozco la reacción de Carod cuando la diócesis de Lérida se ha visto obligada (“persistentemente obligada” habría que decir) a devolver a la de Barbastro las piezas de arte religioso que pertenecían a ésta. ¿Habrá que felicitarle, pues es aragonés de nacimiento, o habrá que acompañarle en el sentimiento porque es catalán de corazón?
Otro conflicto, otra dualidad para Carod. Barcelona batega (Barcelona late), pero también en castellano.
Un ciego en el cine Capitol: 01 El Capitol
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Alguien tuvo la humorada de colocarle al viejo y decrépito cine de mi
pueblo el pomposo nombre de “Capitol” quizá queriendo arrastrar con el
nombre el glam...
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