Palencia es una emoción:

23 septiembre 2006

CASTILLA, VÍCTIMA DEL NACIONALISMO

Sobre Castilla, antaño nación poderosa y hoy región casi inexistente y dividida en cinco autonomías, sobre su obra y sus ciudadanos ha debido caer una maldición que la hizo víctima de cuantas circunstancias políticas han ocurrido en España desde hace muchos siglos. Que esté tranquilo el lector que no me voy a remontar al manido episodio de los Comuneros ni a calentar sus neuronas con citas de la Histeria de España. Pretendo sólo hacer ver cómo nuestra resignación y mansedumbre forman parte de la decadencia política, económica y cultural que están acabando con una tierra que ya no tiene capacidad para exportar ni ideas ni productos ni los cientos de miles de hombres que han enriquecido otras tierras, desertizando nuestros campos y envejeciendo nuestros pueblos hasta la desaparición.
Castilla ha sido, gracias a nuestro silencio culpable, víctima del nacionalismo español de siglo XX que la tiranizaba e identificaba torticeramente su idioma y su cultura con España, con “su” España, haciendo de nuestra manera de ser castellanos la única manera políticamente correcta de ser español. Mientras se ensalzaba nuestra cultura y se imponía nuestra lengua, anulando nuestra personalidad y manipulándola, se nos esquilmaban nuestros ahorros encauzándolos por ejemplo a financiar el metro de Barcelona, al tiempo que se cerraban nuestra industria textil y alimentaria, trasladándolas a otros lugares, a los que, oh, maravilla, habían de emigrar forzadamente los mismos hombres que habían sido privadas de ellas, abandonando nuestros campos y ciudades. Castilla pasó de ser dominadora a ser abandonada, la región en cuya halda había enraizado España se vio rechazada por aquellos cuyo nacimiento había procurado.
Durante la Transición política de finales del pasado siglo Castilla apareció siempre como la fuente de todos los males, reo de todos los delitos, acusada de todas las infamias de la dictadura. De la opresión, pobreza, atraso, falta de libertad, oscurantismo, centralismo, sobre todo del centralismo, la culpable era Castilla. Como si en Cataluña, País Vasco, Andalucía, Galicia o en cualquiera otra región no hubiera encontrado el Franquismo apoyos humanos, políticos y económicos con sesudos nombres y apellidos para mantenerse firmemente anclado en el poder durante 40 años. En la formación de las Comunidades autónomas los castellanos éramos los grandes apestados. La frase más repetida era la “No, con Castilla, no. Todo antes que formar parte de Castilla”.
La Rioja, Cantabria y León pretendieron salir de la región geográfica, humana e histórica a la que siempre habían pertenecido (y en algún caso cuyo idioma habían prohijado, hasta el punto de que ahí están las dos primeras discutiendo cuál fue la verdadera cuna del idioma... ¡¡castellano!!) y a la que ahora negaban cual Judas traidor. Sólo León, cuna de Martín Villa, (“León debe formar una Comunidad con Castilla por razones de Estado”) quedó integrada con una parte de Castilla.
¿El resto de Castilla? Víctima del nacionalismo, claro. La partición de Castilla fue cuestión impuesta por los nacionalismos periféricos, aterrados de lo que una Castilla fuerte y unida podría intervenir en la política nacio..., “estatal”. Ah, no, Castilla no podía tener influencia en el nuevo Estado que se estaba preparando dijeron los nacionalistas que esperaban medrar como lobos hambrientos. Más centralismo no. Más atraso no. Más incultura no, dijeron aquellos mismos que habían sido mimados en inversiones e infraestructuras por el reiteradamente rechazado centralismo. Y el nacionalismo español bajó la cabeza y se subió los calzoncillos hasta las axilas, protegiéndose la “hombría” con las dos manos por si acaso, pensando estúpidamente que con ello aquellos nacionalistas, primeros beneficiados económicos de la dictadura, se conformarían ahorrando muchos años problemáticos a España.
Y el nacionalismo español “tragó”. Y por ello se inventaron autonomías falsas, postizas, de cartón piedra, como Castilla-La Mancha (Siempre pregunto por qué no se hizo una Castilla-La Alcarria o Castilla-La Tierra de Campos). A la voz de “Todo por España, todo contra Castilla” El nacionalismo español se acongojó, condenando así a Castilla a representar el papel secundario que ahora desempeña, el que quisieron aquellos que pretendían seguir beneficiándose de la democracia como se beneficiaron del franquismo.
¿Y los castellanos? Acomplejados y callados, sin conocer su problema, votando mayoritariamente a los que la esquilmaron, pensando sólo en España, claro. ¿Y los que la defienden? Obsesionados con parecerse a otros nacionalistas en vez de querer parecerse a los hombres de la Tierra que quieren defender, intentando emular a aquellos a quienes los castellanos rechazan, que se beneficiaron de nosotros en dictadura y democracia.
Por cierto, si esos nacionalistas periféricos fueran listos sabrían qué hacer para robarle votos a PP y PSOE en su principal vivero de votos.

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