Palencia es una emoción:

10 octubre 2006

JOSÉ BONO Y EL CULO DE ESPAÑA

Yo suelo ser admirador de todo el que se sale del camino trillado, de los que abandonan la senda por donde han marchado sus antecesores, de todos aquellos que mantienen su personalidad y permanecen al margen de las dictaduras oficiales, sean las de la política, las de las modas o las de las costumbres.
Por eso me gustan gentes como Bono o Ruiz Gallardón. No se trata de identificarme con lo que piensan, no se trata de darles la razón en sus argumentos, no se trata de decir que si presidieran sus respectivos partidos otro gallo nos cantaría, no.
Se trata de que nunca me ha gustado eso que llaman disciplina de partido y que es una de los motivos más importantes para medrar en el escalafón partidario. Nunca he militado en partido ninguno, aunque ofertas he recibido, tampoco demasiadas, pero alguna sí. Esto de poder escribir libremente no se vende por nada del mundo. Si alguna vez alguien ha pensado que escribo al dictado de algún partido, club o asociación se ha equivocado, quizá porque yo no he sabido tener el cuidado suficiente para mostrar la realidad de mi libertad.
Hubo una vez un partido que me llamó para exponer mi posición en un foro interno, dije lo que me pareció más oportuno, radicalmente contrario a lo que alguno de sus altos cargos manifestaba al otro lado del estrado. Cuando acabé recogí los dos papelotes que llevaba y me di la media vuelta. Si te he visto no me acuerdo.
Pero es que no aguanto el aire cerrado de la disciplina de partido. He perdido la cuenta de los sitios de los que me han echado o me he ido, a veces, mea culpa, para irme a otro peor. Esa supuesta disciplina es un corsé que oprime a cualquier persona inquieta e independiente, que le impide preguntar, curiosear e informarse, que le obliga a aceptar como necesariamente bueno cuanto le venga impuesto desde los cargos superiores.
Por eso me gusta Bono. Y ésa es exactamente la cruz que no me gusta de Bono. Me gusta Bono cuando se sale del guión preestablecido que le marcan sus superiores, cuando les canta las cuarenta, sus cuarenta, evidentemente, y les suelta su opinión, venga o no venga a cuento, coincida o no con la de su partido. Pero no me gusta el Bono de los renuncios, el Bono de los silencios, el Bono que hace esfuerzos por morderse la lengua y no contrariar a sus amados líderes, el Bono que se violenta a sí mismo para no violentar a sus compañeros de part... de disciplina.
Y a Bono le ha llamado su superior, le ha llamado su jefe, que fue su rival, y le pide su reingreso en la política activa. Y volverá. Volverá no tardando, aunque ha empezado por decir que no a la alcaldía de Madrid, pero volverá para ser presidente del Congreso, del Senado o liderar cualquier institución del Estado, para todo menos para liderar la rebelión, para todo menos para ser contrapeso de quienes le mandan. Volverá para ser sumiso... hasta que no pueda más. Y entonces volverá a callarse la boca, volverá a marcharse, volverá a aguantarse. Con la de trabajo que podría hacer Bono, con la de esfuerzo que podría entregar generosamente para apoyar a su tierra, para impedir que Castilla, toda, la de arriba y la de abajo, siga siendo asaltada en los presupuestos generales del Estado, para evitar que su tierra castellana, que es la mía, siga siendo un cero a la izquierda en un Estado traicionero que se ha entregado de pies y manos a quienes quieren cambiarlo a su antojo sin contar con los demás.
Volverá Bono, y será presidente del Congreso, del Senado o Defensor del Pueblo... del pueblo socialista, claro. Y mientras tanto su resignada tierra seguirá necesitando de quienes como él tienen capacidad y conocimientos suficientes para sacarla del ostracismo al que la Democracia, como antaño el Franquismo, la han condenado.
A ser el culo de España.

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