Nunca he estado contra el proceso de conversiones con la banda terrorista. He criticado, creo que con firmeza, determinados aspectos que no me gustaban de alguna gestión puntual, tampoco lo he alabado y bendecido como si negociar con unos asesinos fuera el bálsamo de Fierabrás que nos iba a librar de las penas del infierno, amén, Jesús.
He querido ser un crítico espectador y ver en qué acababa todo esto. El Gobierno tenía razones para intentar el final dialogado con ETA, algo que entraba en sus posibilidades discrecionales como responsable máximo de la administración de España. Algo así pasaba con la historia truculenta de de Juana Chaos. Entraba dentro de las posibilidades legítimas de un gobierno trasladarle a otro hospital en el País Vasco (el problema será retornarle a la cárcel, ahora, con las conversaciones rotas y él cada vez más sano y fuerte) sin para ello forzar la ley ni sus interpretaciones.
Pegas que ponerle a la tozudez de Zapatero había muchas, no todo iba a ser de color de rosa; el momento elegido para las conversaciones y los actos más “dolorosos” quizá no han sido los mejores. Cuando todo comenzó ETA estaba arrinconada y con grandes limitaciones presupuestarias y “militares”, lea el visitante inteligente “terroristas”. Lo de Otegui, con la retirada de la acusación por parte del Fiscal… rondaba lo ridículo y vergonzoso, marcó una cesión ilógica que fue el peor momento de Zapatero con una mayoría de españoles en contra.
La versión que de todo esto ha ido dando el PP ha sido innecesariamente injusta y alguno de sus líderes debería reconocer que mintió o al menos que exageró indebida e indecentemente. No parece que en asuntos como el de Navarra haya habido concesión ninguna, ni parece que la vaya ver, toquemos madera, en las listas electorales de Batasuna. Tampoco los supuestos acuerdos secretos aparecen por ningún sitio, el PP se ha labrado en todo ello su descrédito que sin duda le está pasando factura, pues a pesar de haberlo tenido “a huevo” no logra desplazar al Partido Socialista en las encuestas. Aquí debería responder ante los electores “sacando” todas las patas que ha ido metiendo en este tiempo.
Una visión aséptica pero necesariamente crítica indica que todo este extraño proceso entraba dentro de la tarea que un Gobierno podía echarse a la espalda si le parecía oportuno correr tan elevado ¿e innecesario? riesgo, con la esperanza de tener suerte, puntería y acertar en el momento de las decisiones difíciles.
Sin embargo a lo largo de todos estos meses hemos visto como ETA se reorganizaba, forzaba la kale borroka, acumulaba explosivos y robaba 350 pistolas en Francia, a pesar de lo cual Zapatero seguía en su empeño negociador que casi nadie comprendía. Tal y como están las cosas en este momento no parece que el presidente haya tenido el acierto deseado para conducir a ETA al final de sus días. De haberlo conseguido tendríamos “zapathuerismo” para mucho tiempo, lo que sin duda, y habría dicho lo mismo en el caso de Rajoy, es necesariamente malo.
ETA va a marcar el vencedor que más le convenga para las próximas elecciones locales y autonómicas. Una bomba en el momento y lugares oportunos y habrá empezado el principio del fin de Zapatero. O una declaración conveniente de los terroristas y las aguas volverán, muy oportunamente, a su pacífico cauce de plena tregua. ETA vota y su voto pesa mucho.
Aprovechando esta supuesta tregua ETA se ha rearmado, lo dice INTERPOL, y está tan preparada como en sus mejores tiempos para destrozarnos poco a poco. Comandos, explosivos, pistolas…. Todo está a punto para cumplir sus fines, los fines de ETA.
Ésta ya no es la ETA de hace tres años. ¿Si llega ese momento dramático que todos tememos habrá que pedir responsabilidades?
He querido ser un crítico espectador y ver en qué acababa todo esto. El Gobierno tenía razones para intentar el final dialogado con ETA, algo que entraba en sus posibilidades discrecionales como responsable máximo de la administración de España. Algo así pasaba con la historia truculenta de de Juana Chaos. Entraba dentro de las posibilidades legítimas de un gobierno trasladarle a otro hospital en el País Vasco (el problema será retornarle a la cárcel, ahora, con las conversaciones rotas y él cada vez más sano y fuerte) sin para ello forzar la ley ni sus interpretaciones.
Pegas que ponerle a la tozudez de Zapatero había muchas, no todo iba a ser de color de rosa; el momento elegido para las conversaciones y los actos más “dolorosos” quizá no han sido los mejores. Cuando todo comenzó ETA estaba arrinconada y con grandes limitaciones presupuestarias y “militares”, lea el visitante inteligente “terroristas”. Lo de Otegui, con la retirada de la acusación por parte del Fiscal… rondaba lo ridículo y vergonzoso, marcó una cesión ilógica que fue el peor momento de Zapatero con una mayoría de españoles en contra.
La versión que de todo esto ha ido dando el PP ha sido innecesariamente injusta y alguno de sus líderes debería reconocer que mintió o al menos que exageró indebida e indecentemente. No parece que en asuntos como el de Navarra haya habido concesión ninguna, ni parece que la vaya ver, toquemos madera, en las listas electorales de Batasuna. Tampoco los supuestos acuerdos secretos aparecen por ningún sitio, el PP se ha labrado en todo ello su descrédito que sin duda le está pasando factura, pues a pesar de haberlo tenido “a huevo” no logra desplazar al Partido Socialista en las encuestas. Aquí debería responder ante los electores “sacando” todas las patas que ha ido metiendo en este tiempo.
Una visión aséptica pero necesariamente crítica indica que todo este extraño proceso entraba dentro de la tarea que un Gobierno podía echarse a la espalda si le parecía oportuno correr tan elevado ¿e innecesario? riesgo, con la esperanza de tener suerte, puntería y acertar en el momento de las decisiones difíciles.
Sin embargo a lo largo de todos estos meses hemos visto como ETA se reorganizaba, forzaba la kale borroka, acumulaba explosivos y robaba 350 pistolas en Francia, a pesar de lo cual Zapatero seguía en su empeño negociador que casi nadie comprendía. Tal y como están las cosas en este momento no parece que el presidente haya tenido el acierto deseado para conducir a ETA al final de sus días. De haberlo conseguido tendríamos “zapathuerismo” para mucho tiempo, lo que sin duda, y habría dicho lo mismo en el caso de Rajoy, es necesariamente malo.
ETA va a marcar el vencedor que más le convenga para las próximas elecciones locales y autonómicas. Una bomba en el momento y lugares oportunos y habrá empezado el principio del fin de Zapatero. O una declaración conveniente de los terroristas y las aguas volverán, muy oportunamente, a su pacífico cauce de plena tregua. ETA vota y su voto pesa mucho.
Aprovechando esta supuesta tregua ETA se ha rearmado, lo dice INTERPOL, y está tan preparada como en sus mejores tiempos para destrozarnos poco a poco. Comandos, explosivos, pistolas…. Todo está a punto para cumplir sus fines, los fines de ETA.
Ésta ya no es la ETA de hace tres años. ¿Si llega ese momento dramático que todos tememos habrá que pedir responsabilidades?
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