Recibo visita de Cataluña, de esa montaraz Cataluña rural y europea y española y universal que aspira a convertirse en ejemplo de sensatez y ciudadanía. Alguien dijo, disculpen mi mala memoria, que los catalanes eran los más europeos de los españoles, yo también lo creo, hay sobrados ejemplos de ello en la cultura, en la vida social y en la vida política y económica.
Y me hablan de la ausencia oficial del idioma castellano, que no de la ausencia social, de la imposibilidad de estudiar en castellano, de la persecución de los carteles en castellano y me hablan entusiastamente de Ciutadans, el partido que se define como antinacionalista. Y me animan a defender, empleando al parecer el mismo entusiasmo, las argumentaciones políticas de Ciutadans de Catalunya.
Y me hablan de la ausencia oficial del idioma castellano, que no de la ausencia social, de la imposibilidad de estudiar en castellano, de la persecución de los carteles en castellano y me hablan entusiastamente de Ciutadans, el partido que se define como antinacionalista. Y me animan a defender, empleando al parecer el mismo entusiasmo, las argumentaciones políticas de Ciutadans de Catalunya.
Es la segunda vez que ocurre, hace un par de meses me llamaron de un periódico local diciéndome que había fuertes rumores de que iba a presentarme por un partido semejante a las elecciones autonómicas. Lo negué, claro. Faltaría más. Jamás nadie me había hecho la más leve insinuación. No soy antinacionalista, al contrario, defiendo con energía su actividad, su presencia, aunque no su protagonismo y desde luego no, ni mucho menos, su determinismo en la política actual. Sí me defino, hace tiempo que lo hice en estas páginas, como anticatalanista y antivasquista, lo que es muy distinto a ser anticatalán o antivasco. Qué más quisieran los nacionalistas vascos o catalanes que conseguir la equiparación entre nacionalista y catalán o vasco, qué error si los demás ciudadanos lo permitiéramos.
No sólo no soy contrario a ellos, sino que les entiendo perfectamente, si alguien quiere extender el bien y la justicia por el mundo lo más lógico es empezar por aquello que nos es más próximo, más conocido y más querido. El nacionalismo es un hijo del romanticismo, es decir del sentimiento y del afecto, su existencia es absolutamente normal mientras el Hombre siga siendo hombre. No soy antinacionalista.
Sin embargo el papel representado por estos vasquistas y catalanistas no sólo consiste en arrimar el ascua a su sardina, sino además en impedir que los demás comamos también alguna sardina de vez en cuando; no sólo se trata de autoafirmarse, sino de negar a los demás; no sólo se trata de exaltar su propia bandera y su propio idioma sino que además se trata de negar los de los demás. Soy contrario a estos vasquistas y catalanistas.
La mejor prueba de todo ello es la ausencia de Castilla del panorama político español. Hoy Castilla, la madre que parió a España, no existe porque un Estado débil, claudicante y agilipollado, ustedes perdonen, cedió ante dichos nacionalistas, dividiendo a Castilla en cinco regiones autónomas de baratija, que no pudieran influir en la marcha política, económica y social de España. En su lugar existen cinco regioncillas intrascendentes, insignificantes y carentes de influencia, que no pintan nada, como los nacionalistas catalanes y vascos quisieron, en la marcha de una España sometida, por eso, por eso, a las influencias de quienes con diez diputados determinan a las decisiones del Gobierno central, del Gobierno, supuestamente, de todos. ¿Acaso Madrid no es Castilla? ¿Y Toledo o Guadalajara? ¿Y Valladolid o Palencia? ¿Por qué no están todas en una misma autonomía? ¿A quién interesaba? Exacto. A eso se le llama parricidio político pero también suicidio, porque España se entregó en manos de una minoría que tiene una visión peculiar y significativamente pacata de ella.
Apoyo a Ciutadans en la medida, en la enorme medida, en que vienen a regenerar la podredumbre de la vida política española, con dramáticos personajes presidiendo nuestra vida, tomando decisiones por nosotros, presentándose para alcaldes enfangados en la corrupción hasta las orejas.... Ciutadans son absolutamente imprescindibles en el futuro como punto de referencia ética y como equilibrio en una vida política absolutamente ebria de poder. Eso espero. Si saben guardarse y no morir de éxito, parece que acertadamente han elegido ir despacio en su implantación nacional, les espera un gran futuro. Yo se lo deseo.
Pero si hay que definirme la palabra es castellanista, aunque suene raro.
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