Hoy he roto con mi mejor amigo, quién me lo iba a decir. Estoy perdido, desorientado, solo, abandonado. Mi mejor amigo, el que me acompañaba toda la vida, me ha engañado. Me siento desamparado y traicionado, he perdido el rumbo, la brújula, la aguja de marear, desconozco cuál ha de ser mi trayectoria a partir de ahora, cuáles han de ser mis opiniones, cuál será mi comportamiento social en los próximos años. Pero he roto con él para siempre. Definitivamente.
Llevábamos... ¿cuántos años llevábamos juntos? Imposible saberlo, pero sé que hemos envejecido juntos, hemos desayunado juntos, hasta hemos dormido juntos alguna siesta, cuánto me ha enseñado, cuánto he aprendido, cuánto me ha entretenido, orientado, aconsejado. Siempre tenía hermosas palabras en su boca, siempre me hablaba emocionado de la Libertad, de la hermandad entre todas las naciones y razas del mundo, de la Alianza de Civilizaciones, del fin dialogado del conflicto vasco...
Era mi guía, mi sendero hacia la honestidad, hacia la limpieza progresista de mi vida, era esa hermosa ilusión que ilumina la vida de los que, afortunados, habíamos encontrado en él la verdad de la existencia. Sin él me iré sumiendo en una crisis existencial, sé que me va a costar levantarme, que al poner mis pies en el suelo me voy a sentir inseguro, débil e indeciso. Deberé hacerlo porque lo hago cada día, pero no sé si tendré el coraje necesario para salir a la calle y enfrentarme al mundo sin mi amigo de toda la vida. Soy demasiado cobarde para pensar en el suicidio. Pero sería una solución.
Siempre se había mantenido fiel a su compromiso con el pueblo, era él y sólo él, quien nos señalaba la verdad, la honradez, la justicia, el camino hacia las soluciones políticas más convenientes para nuestra vida y para España, ¡hay tanto fascista descarado asediando detrás de cada esquina!, pero él siempre lograba desenmascararlo, denunciarlo y someterlo al implacable juicio de la sociedad civil. Gracias a él España siempre ha sabido cuál debía ser la posición políticamente correcta, todos sabíamos cuanto se debe saber para ser un ciudadano ejemplar. Y ahora...
Últimamente habíamos tenido un disgusto a cuenta de Hermann Tertsch. Reconozco que me equivoqué, que no debí hacerlo, era la primera vez que reunía el valor suficiente para plantearme si mi amigo no se estaría equivocando, era la primera vez que acechaba una leve sombra de duda sobre su comportamiento ético, con la profunda confianza que había tenido yo siempre en él y su verdad. Sacrosanta, si me permiten algo de exageración, era para mí hasta entonces cada palabra que salía de sus páginas. Yo no comprendía lo que había pasado con el famoso columnista, pero al final, como siempre, sucumbía a la locuacidad de mi amigo, a su dominio de la situación, a sus explicaciones, a su verdad. Si él lo decía eso era así y yo a callar, él sabía más que yo.
Y sin embargo hoy he decidido cortar con él, punto final. Se acabó. Mi vida será el llanto y el eterno crujir de dientes, tendré que empezar a pensar por mí mismo, tendré que tomar decisiones, ¡YO!, sin consultarle, tendré que arriesgarme a pensar por mí mismo, tendré que arriesgarme a equivocarme y rectificar, ¡con lo fácil que era todo hasta ahora! Hoy “El País” ha vetado un artículo de Fernando Savater. No se lo perdono, con lo que me hablaba de la libertad de expresión, de tolerancia hacia el diferente, de comprensión con el disidente, de respeto...
Llevábamos... ¿cuántos años llevábamos juntos? Imposible saberlo, pero sé que hemos envejecido juntos, hemos desayunado juntos, hasta hemos dormido juntos alguna siesta, cuánto me ha enseñado, cuánto he aprendido, cuánto me ha entretenido, orientado, aconsejado. Siempre tenía hermosas palabras en su boca, siempre me hablaba emocionado de la Libertad, de la hermandad entre todas las naciones y razas del mundo, de la Alianza de Civilizaciones, del fin dialogado del conflicto vasco...
Era mi guía, mi sendero hacia la honestidad, hacia la limpieza progresista de mi vida, era esa hermosa ilusión que ilumina la vida de los que, afortunados, habíamos encontrado en él la verdad de la existencia. Sin él me iré sumiendo en una crisis existencial, sé que me va a costar levantarme, que al poner mis pies en el suelo me voy a sentir inseguro, débil e indeciso. Deberé hacerlo porque lo hago cada día, pero no sé si tendré el coraje necesario para salir a la calle y enfrentarme al mundo sin mi amigo de toda la vida. Soy demasiado cobarde para pensar en el suicidio. Pero sería una solución.
Siempre se había mantenido fiel a su compromiso con el pueblo, era él y sólo él, quien nos señalaba la verdad, la honradez, la justicia, el camino hacia las soluciones políticas más convenientes para nuestra vida y para España, ¡hay tanto fascista descarado asediando detrás de cada esquina!, pero él siempre lograba desenmascararlo, denunciarlo y someterlo al implacable juicio de la sociedad civil. Gracias a él España siempre ha sabido cuál debía ser la posición políticamente correcta, todos sabíamos cuanto se debe saber para ser un ciudadano ejemplar. Y ahora...
Últimamente habíamos tenido un disgusto a cuenta de Hermann Tertsch. Reconozco que me equivoqué, que no debí hacerlo, era la primera vez que reunía el valor suficiente para plantearme si mi amigo no se estaría equivocando, era la primera vez que acechaba una leve sombra de duda sobre su comportamiento ético, con la profunda confianza que había tenido yo siempre en él y su verdad. Sacrosanta, si me permiten algo de exageración, era para mí hasta entonces cada palabra que salía de sus páginas. Yo no comprendía lo que había pasado con el famoso columnista, pero al final, como siempre, sucumbía a la locuacidad de mi amigo, a su dominio de la situación, a sus explicaciones, a su verdad. Si él lo decía eso era así y yo a callar, él sabía más que yo.
Y sin embargo hoy he decidido cortar con él, punto final. Se acabó. Mi vida será el llanto y el eterno crujir de dientes, tendré que empezar a pensar por mí mismo, tendré que tomar decisiones, ¡YO!, sin consultarle, tendré que arriesgarme a pensar por mí mismo, tendré que arriesgarme a equivocarme y rectificar, ¡con lo fácil que era todo hasta ahora! Hoy “El País” ha vetado un artículo de Fernando Savater. No se lo perdono, con lo que me hablaba de la libertad de expresión, de tolerancia hacia el diferente, de comprensión con el disidente, de respeto...
He roto con él, quién me lo iba a decir. Estoy perdido, desorientado, solo, abandonado. ¿Debo suicidarme? Mi mejor amigo, el que me acompañaba toda la vida me ha engañado.