Palencia es una emoción:

13 junio 2007

Usted es bobo, buen hombre

A mí me ha pasado que en general he ido a la contra de los tiempos. O a la contra de la sociedad. Cuando hecho un jovenzuelo y recién terminados mis estudios empecé mi vida laboral, mis primeros alumnos estaban obligados a tratarme de usted, lo que no me gustaba y me parecía fuera de lugar. Ahora que acumulo años y experiencia, demasiado de lo primero y nunca suficiente de lo segundo, mis alumnos me tutean como si fuera un chavalete más. Y aunque no me parece mal, tal vez porque es a lo que estoy acostumbrado, tampoco termina de gustarme, ya ven que “funciono” al revés del mundo.

Porque al hilo de Sarkozy y su arrollador doble triunfo en Francia la derecha social se está envalentonando y diversos agentes educativos empiezan a pedir que a los alumnos se les exija tratar de usted a sus profesores. Esta tontería que impulsa el PP me parece tomar el rábano por las hojas, tanto como la soplapollez de “nosotros y nosotras” y otras memas fruslerías que impulsa la izquierda tan dedicada a perder lastimosamente el tiempo en menudencias insignificantes.

En España comenzó a desaparecer el tratamiento de usted cuando durante la ahora recordada Transición empezó a parecer que dado que todos teníamos los mismos derechos éramos todos iguales. Y dado que todos éramos iguales ¿a qué venía esa clasista utilización del lenguaje por la cual las clases dirigentes pretendían mantener sus privilegios clasistas sobre las pobres y mendicantes clases proletarias? ¡Fuera el “usted”, abajo el clasismo, derribemos el imperialismo del lenguaje! Todos somos iguales, viva la España igualitaria! Bueno, perdón, ¡viva el Estado Español igualitario!

Y empezó el tuteo a diestro y siniestro, de arriba abajo y de izquierda a derecha. Y de derecha a izquierda también. País de memos. Y recibías en tu casa a un desconocido sucio, sudao y mal afeitao que venía a traerte una pizza o un paquete de tu tía Eduvigis y te pedía el dinero o la firma con tal “colegueo” que parecía que hubiésemos estado varios años pidiendo limosna juntos a la puerta de la misma iglesia. Y o tuteabas tú también a todo el que se te pusiera al alcance o los presentes te miraban con cara de bicho raro, de marciano recién aterrizado digno de la conmiseración de todos los presentes. Quedabas señalado públicamente como cavernario clasista retrógrado insensible a las nuevas tendencias sociales hacia las que viajaba una España más solidaria, más justa y menos clasista. País de memos, ya digo. Colegas, sí, pero memos.

Y ahora el PP quiere imponernos el tratamiento de usted con los mismos procedimientos cataplineros con que el PSOE nos obliga a fumar a escondidas o impone listas electorales o directivas por cuotas sexuales. ¿de verdad estos políticos no tienen otras cosas en qué pensar, no se podrían entretener con otros asuntos de los que saliera algo positivo para la sociedad?

El tratamiento de usted tiene que ser una consecuencia de un cambio social, tiene que ser el resultado de que en las escuelas, institutos y universidades en particular, pero en toda la sociedad en general, se valore más mucho más el mérito, el trabajo y el esfuerzo. Y la sabiduría y el conocimiento. Éste es el verdadero cambio que se debe buscar, la sociedad debe primar a aquellas personas que acumulen méritos por encima de los demás. Y debería empezar por lo más básico, valorando de manera distinta las distintas respuestas que los alumnos dan en la escuela primaria. No es cierto que todos seamos iguales, aunque todos tengamos los mismos derechos. El igualitarismo es una discriminación para los mejores. Absurdo en una sociedad que pretenda mejorar y salir adelante.

Y que empiece ese agente educativo por devolver el crédito, el prestigio y la autoridad a los profesores y maestros, que respete sus decisiones, que las respalde y las apoye y no chalanee con ellas por unos votos populares. Que empiecen por ahí también. El tratamiento de usted tiene que ser un corolario, tal vez un síntoma, no una decisión gubernamental. En caso contrario siempre podremos encontrarnos con el más burro del pueblo que después de múltiples reverencias versallescas nos espete: “Usted es bobo, buen hombre”.

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