Palencia es una emoción:

08 julio 2007

Lo del cine español

Básicamente ya lo sabíamos todos sin que por ello se levante el más mínimo escándalo: no hay quien vea una peli española. Y no me pregunten cuál es el problema, que servidor no se lo va a resolver. Hace tiempo que, visto el panorama, yo regresé al cine en blanco y negro o en las primeras pelis en color. Y conste que no es que me quedase parado en ellas sin seguir la evolución del cine mundial, no.

Lo que me ocurrió es que a medida que iba madurando dejaron de gustarme las últimas que había visto y que en un primer instante me habían interesado. Y no sólo no me quedé parado ahí, sino que regresé a las grandes pelis de siempre que se habían hecho siempre. Algo así como si después de haber disfrutado de las últimas copas de Europa del Real Madrid echara de menos a Di Stefano, Gento y Amancio Amaro. Y llámenme lo que quieran.

Pero es que es algo que no ha vuelto a pasar, nunca más se ha hecho una gran película, de ésas que merecen ser recordadas entre las grandes obras de arte. Hay seguramente buenos filmes, ésos que me entretuvieron y gustaron durante años, pero ya no hay grandes trabajos que puedan alguna vez encabezar una imaginaria lista de películas más recordadas.

Y en el cine español nunca ha habido suficientes grandes obras de arte. A ver si ahora vamos a echar de menos a Esteso y Pajares. O Alfredo Landa, que no es que quiera mezclarle con los anteriores, pero eso. Dicen que uno de los grandes fallos del cine español es la carencia de buenos guiones, que es que están todos liaos a hacer series de éxito para la televisión. Sospecho que el trasvase de genios de una pantalla a la otra no nos solucionaría nada, que es otro lenguaje y sobre todo otro espectador.

Lo que a mí me parece es que en sus películas, las de los cineastas españoles, jamás aparece la sociedad española, jamás sale nuestro mundo, nuestros vecinos, nuestra familia, sino que siempre sale una sociedad estereotipada, falsa, ajena a nosotros, unos personajes y un mundo al gusto de guionistas y realizadores, no de los espectadores. Jamás son nuestros problemas, nuestros chistes, nuestras dificultades y nuestras historias los que se cuentan. No es nuestra vida real, más o menos real, al menos nuestra vida posible, sino que en general se fabrican historias militantes, para dar una determinada imagen interesada, para trasmitir un mensaje político-social, para tratar de conformar unos valores (Ojo, eso pasa también en las series de la tele) que no son los que tiene nuestro mundo, valores que no gustan a determinados sectores cinematográficos.

Claro que hay que apoyar al cine español, tan difícil no debe ser hacer una buena película, tan extraña no debe ser la fórmula que ya han manejado ellos mismos con acierto en alguna ocasión, y las subvenciones no es un mal camino para hacerlo, quizá mejor que el de obligar por cataplines a las salas y a las televisiones a programar películas españolas que nadie ve porque a nadie interesan.

El cine español vivió en otras épocas su momento dorado, quizá haya que mirarse en ese espejo, buscar las raíces de aquello que triunfó, la crítica social, la ironía, el conjunto de problemas que todos tenemos, las aventuras que nos gustaría correr y, por favor, por favor, por favor, los personajes que cualquiera de nosotros encontramos cualquier día. Que los autores no confundan fascinación, aventuras e imaginación con alucinación, desvaríos y pesadillas.

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