Palencia es una emoción:

22 octubre 2007

El dictador de Bananozuela

La sed de poder de los dictadores es inacabable. Uno se propone determinada meta, cuando la alcanza se propone otra y luego otra y otra. Cada una más difícil que la anterior, cada vez un reto superior. Nada los detiene. Nunca se detienen. Primero se proponen gobernar un país para poder cambiarlo. Luego, cambiarlo para poder gobernarlo. Indefinidamente, quiero decir.

Y en ese viaje uno no se contiene ante los obstáculos, se ataca a los contrincantes, se cierran televisiones críticas, se insulta y se amenaza desde el poder. Desde el Poder, quiero decir. Todo por el poder. Por el Poder. Y cuando los nuevos propósitos se han alcanzado, cuando ya impone su poder, surge otro. Otro país, quiero decir, en el que imponerse. Al que dominar, al que controlar, al que someter. Y esto se hace tanto en defensa de la voluntad popular, en defensa de las capas medias o en defensa de los trabajadores y de las clases oprimidas. Al final da igual, se domina, se manipula, se impone y se controla. A todos. A todos los que se diferencien de uno mismo, a todos los que no sea uno mismo. A todos los que no tengan el poder.

Venezuela fue un gran país, rico, próspero y con un gran futuro. E injusto, claro. Como todos los países. Fue un gran país que no supo dotarse de un sistema de equilibrio, en el que el reparto de la riqueza atrajese más riqueza y estabilidad, que al final es la mayor riqueza, la fuente de mayor prosperidad. Y la injusticia social es el mejor abono de los dictadores. De los demagogos. De los opresores de ese pueblo que dicen defender. Y llegó Chávez con sus discursos televisados de siete horas, pobres venezolanos, con su reforma constitucional, con sus cierres de televisiones hostiles. Y Chávez trasformó a Venezuela en Bananozuela, su finca privada en la que no levanta cabeza el que no opine que Dios envió a su hijo Hugo para liberar a su pueblo de la esclavitud del capitalismo.

Hugo Chávez fue cumpliendo todos los retos que se puso a sí mismo. El primero de ellos el de ser más demócrata que nadie, para lo que se rodeó de prestigiosos líderes que han ganado todas las elecciones desde hace cuarenta años, pongamos que Fidel Castro. Decidido a seguir su estela reformó la Constitución a su libre albedrío y cerró televisiones para poder imitar a su ídolo cubano y permanecer cuarenta años en el poder. Pero la República Bolivariana de Bananozuela se le empieza a quedar pequeña y Castro ya empieza a estar superado por el devenir de los tiempos. Necesita nuevos ídolos, nuevos retos.

El Che, ahí está el Che encumbrado por su muerte, mitificado por el paso de los años, redivivo en cada aniversario. Y ahí está Bolivia. Y el alter ego de Hugo Chávez, Evo Morales, antiguo líder cocalero que no sabe cómo arreglárselas con el conflicto de Santa Cruz de la Sierra y los líderes separatistas de la Bolivia rica, blanca y europeizada. Un nuevo reto, un nuevo reto, Hugo Chávez ya ha encontrado un nuevo reto, ahora ya tiene nuevas metas a medida de su suprema ambición... ¡Invadir Bolivia! Un país soberano, libre, independiente, con sus dirigentes, su Constitución, sus leyes, su capital... sus afanes, aspiraciones y sus necesidades. ¿Pero qué es la soberanía, la independencia y la libertad para Hugo Chávez? Otro reto más, otra meta a conseguir, nada que no se pueda dominar con unos cuantos militarones, unos cuantos cañones y buena dosis de decisión.

Hugo Chávez ha amenazado con intervenir en Bolivia si las cosas no trascurren allí conforme él quiere, alude a la legalidad vigente en el país andino, a la defensa del presidente y el orden constitucionales... ¿Pero quién es él para intervenir en un país soberano, quién es él para imponer sus soluciones a un país ajeno? ¿Esto a quién me recuerda, qué otro país había por ahí que iba entrometiéndose en la vida interna de los países de Sudamérica, derrocando o apoyando gobiernos, imponiendo sus líderes, sus jefes de Estado y su gobiernos bananeros...? ¿Quién era, quién era...?

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