Palencia es una emoción:

19 abril 2008

El Ebro es un río catalán que nace en tierras extrañas

Lo que era evidente es que había que llevar agua a Barcelona. En Barcelona o Almería el que tiene sed tiene que tener agua. Nadie, creo, reprocha al Gobierno que se lleve agua para evitar la sed de los barceloneses. El problema no es ése, el problema es lo pésimamente que lo han hecho los dos gobiernos, el nacional y el autonómico. Empezando por haber acordado no abordar el tema hasta pasadas las elecciones. Manipulación.

Me temo que no vamos a tener más remedio que bebernos el mar. Después de habernos bebido los ríos de España, los pocos y poco caudalosos ríos que tenemos, vamos a tener que bebernos los mares. Ésos sí que no se agotan nunca, el agua que no vierte a ellos España la vierten otros. Lo que es difícil de entender es que en estos cuatro años no hayamos puesto en marcha las suficientes desaladoras. Con lo que se llenaba la boca Zapa con ese asunto…. Joé, vaya rendimiento el español, dicen que somos los que más horas hacemos en la oficina, pero los que menos trabajo efectivo sacamos adelante. Será eso lo que ha pasado con tanta desaladora prometida por el zapaterismo. Los lectores que viven o han vivido en el extranjero, varios de los habituales de este blog, que intervengan y cuenten.

Pero no entiendo por qué todo ello es incompatible con regular mejor el caudal de Ebro, no entiendo por qué hay que dejar ir millones de preciosos litros de agua potable al mar. ¿O son los pactos políticos de Zapa los que impiden un mejor aprovechamiento de nuestros principales caudales hídricos? ¿Son sus dependencias de los nacionalistas catalanes y de sus votantes aragoneses los que obligan a unas determinadas decisiones? ¿Y el bien común? ¿Pasar sed depende de lo amigo que se sea del Gobierno?

A Barcelona se le lleva agua porque es de ley, porque es lógico y porque la necesita; lo estúpido es no llamarlo trasvase, lo estúpido es retorcer el idioma hasta hacerle decir lo que la vicepresidenta del Gobierno quiere que diga… Cuando se juega con las palabras, esto se empieza a parecer a “1984”, la anticipadora novela de Orwell, los que escuchan se quedan con la impresión de que quieren engañarlos. Al zapaterismo no le conviene ponerle trabas a la lógica de las cosas: Esto es un trasvase, porque lo dice el Diccionario de la Real Academia y porque Barcelona lo necesita. Empezar a marear la perdiz y darle vueltas al lenguaje es permitir que campe la impresión de que sólo hay trasvases, disimulados y encubiertos, para los que votan a Zapatero. Al pan, pan. Y al trasvase, trasvase.

A los aragoneses se les convence de la bondad de los trasvases llevando el agua del Ebro a muchas de sus resecas tierras, que también la necesitan. A los nacionalistas catalanes la situación actual y la solución encontrada ya debería haberles convencido, pero rehenes como son de sus votantes más extremos nunca lo reconocerán. La cuestión es hasta dónde los gobiernos de Zapatero, o los de otros presidentes que cuando necesitaban votos hablaban catalán en la intimidad, están dispuestos a ceder para contentarlos.

A Barcelona se le lleva agua de ese río catalán que nace en tierras extrañas, porque es de ley, porque es lógico y porque la necesita. Eso se llama trasvase, le duela a quien le duela, empezando por el lenguaraz presidente aragonés, que andará loco por no haber sabido guardarse la lengua en cualquier parte de su cuerpo. Los trasvases son buenos cuando son necesarios, incluidos los que se hagan a Valencia, Alicante y Málaga, pero negar la necesidad de hacerlos es mentir; una mentira suele llevar a otra, a retorcer el lenguaje y a decir astracanadas. Y a perder millones de litros arrojados inútilmente al mediterráneo.

Y además no son incompatibles con las desaladoras, también buenas y necesarias. Hasta que empiece a escasearnos el mar.

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