Son ciertamente los que más incondicionales tienen, los que más venden, los más oídos, los más leídos, los más citados… Puede que incluso sean los más influyentes, algo que todo el que escribe en un periódico puede haber soñado alguna vez. Pero son un peligro para la profesión que tanto aman. Dudar de todo, dudar del líder, dudar de la verdad, dudar de uno mismo, algo que todos deberíamos ejercitar a lo largo de la vida y que se debería enseñar en las primeras lecciones, no entra en sus planes vitales. Nadie tiene nunca razón en todo, nadie tiene nunca razón para siempre. Excepto ellos, claro.
Y sin embargo son los profesionales que más rápidamente suben, son los más temidos, amados y perseguidos… aunque ciertamente nunca se sabe con qué intenciones. Oyentes y lectores idolatran a estos tronantes comunicadores, incansables, infalibles, imperfectibles e… indelebles. Pertenecen a cualquiera de los dos grandes grupos ideológicos en que está dividida España, en ambos hay ejemplos abundantes de periodistas dedicados por vida a una opción ideológica, que se entregan en cuerpo y alma a ella y a su líder. Prestan su columna o su micrófono para salvaguardar su personalísma percepción de la verdad, la defienden a capa y espada, contra viento y marea, sin admitir nunca la más mínima imperfección en los supuestos que defienden con firmeza y lealtad dignas de mejor causa.
Expulsan por su pluma o por su boca sapos y culebras cuando de hablar de otras opciones filosóficas se trata, sin admitir la más exigua migaja de acierto o bondad en quienes no se alinean rigurosamente con su visión sectaria de la realidad. Incapaces jamás de la más leve autocrítica, serviles aduladores del amado líder, huyen de la imparcialidad como del rayo, intolerantes e intransigentes con las debilidades del contrario, aduladoramente condescendientes con la fe política que defienden y con el gurú a quien han decidido abrazar.
Militantes radicales del fanatismo, desdeñan, desprecian y vilipendian a quienes se permiten la imposible licencia de intentar ser ecuánimes con unos y otros, cediendo en sus argumentos en pro de cierto equilibrio al que ellos temen como a la peste. Adoradores del EGM, cimentan su prestigio en la legión de fanáticos seguidores que acumulan, sin caer en la cuenta de que también la pornografía tiene millones de adeptos. Se han convertido en sacerdotes de la Nueva Iglesia de la Sacra Verdad Intransferible a los que miles de devotos creyentes siguen fielmente por encima del debido respeto a la verdad, a la cordura y a la inteligencia humana.
Son a la prensa lo mismo que la televisión basura a la televisión: Todos sabemos que es basura, todos lo decimos y lo aceptamos, todos lo escribimos, todos lo criticamos y todos lo denunciamos, pero tienen su inquebrantable público que la consume diariamente con delectación y arrobo. Su éxito es el éxito de Chikilicuatre, el de “Escenas de matrimonio” o “Sin tetas no hay paraíso”, el éxito de la España basura, el fracaso de los múltiples sistemas educativos que en España han sido, el derrumbe de la conciencia colectiva crítica.
Se equiparan a quienes defienden.
Y sin embargo son los profesionales que más rápidamente suben, son los más temidos, amados y perseguidos… aunque ciertamente nunca se sabe con qué intenciones. Oyentes y lectores idolatran a estos tronantes comunicadores, incansables, infalibles, imperfectibles e… indelebles. Pertenecen a cualquiera de los dos grandes grupos ideológicos en que está dividida España, en ambos hay ejemplos abundantes de periodistas dedicados por vida a una opción ideológica, que se entregan en cuerpo y alma a ella y a su líder. Prestan su columna o su micrófono para salvaguardar su personalísma percepción de la verdad, la defienden a capa y espada, contra viento y marea, sin admitir nunca la más mínima imperfección en los supuestos que defienden con firmeza y lealtad dignas de mejor causa.
Expulsan por su pluma o por su boca sapos y culebras cuando de hablar de otras opciones filosóficas se trata, sin admitir la más exigua migaja de acierto o bondad en quienes no se alinean rigurosamente con su visión sectaria de la realidad. Incapaces jamás de la más leve autocrítica, serviles aduladores del amado líder, huyen de la imparcialidad como del rayo, intolerantes e intransigentes con las debilidades del contrario, aduladoramente condescendientes con la fe política que defienden y con el gurú a quien han decidido abrazar.
Militantes radicales del fanatismo, desdeñan, desprecian y vilipendian a quienes se permiten la imposible licencia de intentar ser ecuánimes con unos y otros, cediendo en sus argumentos en pro de cierto equilibrio al que ellos temen como a la peste. Adoradores del EGM, cimentan su prestigio en la legión de fanáticos seguidores que acumulan, sin caer en la cuenta de que también la pornografía tiene millones de adeptos. Se han convertido en sacerdotes de la Nueva Iglesia de la Sacra Verdad Intransferible a los que miles de devotos creyentes siguen fielmente por encima del debido respeto a la verdad, a la cordura y a la inteligencia humana.
Son a la prensa lo mismo que la televisión basura a la televisión: Todos sabemos que es basura, todos lo decimos y lo aceptamos, todos lo escribimos, todos lo criticamos y todos lo denunciamos, pero tienen su inquebrantable público que la consume diariamente con delectación y arrobo. Su éxito es el éxito de Chikilicuatre, el de “Escenas de matrimonio” o “Sin tetas no hay paraíso”, el éxito de la España basura, el fracaso de los múltiples sistemas educativos que en España han sido, el derrumbe de la conciencia colectiva crítica.
Se equiparan a quienes defienden.
1 comentario:
Sinceramente creo que confundes churras con merinas o, al menos, a mí me lo parece. Quienes defienden unas ideas contra viento y marea, pueden o no estar equivocados, pero no se les podrá negar coherencia (y cabezonería). Si a alguien le gusta su línea, que los lea o escuche. Esta gente para mí no es basura. Basura son los que defienden a un partido (el que sea) simplemente porque es el suyo, porque es el que les interesa, y cambian de opinión y mensaje como una veleta, aunque eso sí, siempre a favor del viento que favorezca a sus señores. Estos sí, estos sí son basura.
Salu2
Publicar un comentario