Palencia es una emoción:

15 mayo 2009

Llamamiento a la rebelión femenina

Se me hace difícil comprender cómo ha avanzado en la sociedad la idea de que abortar es progresar, de que abortar más es progresar más. Se me hace difícil comprender cómo se ha envuelto el aborto en el papel coloreado de los caramelos progresistas, se me hace difícil comprender cómo nos hemos dejado engañar con brillantes espejuelos. Se me hace difícil comprender cómo puede considerarse progresista que una chavala de dieciséis años pueda abortar sin siquiera comunicárselo a sus padres. Es difícil comprender cómo en nombre de la libertad se retira la patria potestad de los padres para cedérsela al Estado en ¿defensa? de las mujeres-niñas de dieciséis años.

Cuando nadie habla de educar en la correcta sexualidad, cuando nadie habla de explicar a los jóvenes las diferencias entre echar un polvo y hacer el amor, entre libertad sexual y follar, cuando la familia cede su papel educador, se inhibe y deja hacer a políticos y legisladores sin la menor precaución crítica es que la sociedad está enferma. Cuando se hace creer que lo correcto es darle gusto al cuerpo como sea y ante lo que sea, cuando un chaval no puede comprar un paquete de cigarrillos sin el control de un adulto pero puede comprar la píldora del día después es que estamos confundiendo el culo del progreso con las témporas de lo absurdo.

Supongo que hoy algunos de mis lectores habituales van a dejar de serlo para siempre jamás al descubrir que soy un facha irreductible, un meapilas, un atrasado cavernícola que está en contra de tanto aborto, de tanta píldora del día después, de tanto intrusismo del Estado en la vida de mi familia y que no comprende qué tiene que ver todo eso con progresar, mejorar el nivel de vida y ser mejores y más felices. Y desde luego no admito que me digan que eso es feminismo, que eso es por el bien de las mujeres y que los que no lo admitimos somos unos machistas represores. Pero la culpa y la solución de todo esto la tienen las mujeres. En sus manos está, si no callan, si no se cruzan de brazos, si se organizan y dejan de mirar al tendido.

Las madres de familia tienen que organizarse, unirse y levantar su voz, no permitir la afirmación de que toda esta barbarie tiene lugar en su nombre, deben proclamar a los cuatro vientos que abortar sin límites antes de las catorce semanas de embarazo no es una solución feminista, las mujeres deben contrarrestar esa corriente femenina que se otorga la representación de todas las mujeres y que dice que a más aborto más feminismo. Las madres tienen que organizarse y detener y denunciar la poderosa maquinaria de agit-prop que tan bien domina la izquierda demagógica y sus altavoces mediáticos. Las madres españolas (¿por qué nos hacen creer que decir esto suena a facha?) tienen en sus manos recuperar para la familia tradicional determinados valores de los que nos hemos desprendido en este viaje a no se sabe dónde, valores morales universales que de pronto han aparecido ante nosotros como algo retrógrado, pasado de moda y digno de ser olvidado en el estercolero más próximo. Ah, la publicidad progre, qué efectiva es, qué ingenuos somos a veces los ciudadanos.

Pero ya que estoy lanzado permítanme afirmar con orgullo que también soy un troglodita que quiere educar a su hija huyendo de una sociedad que entiende, comprende, disculpa y admite que los chavales menores de edad beban alcohol los sábados no como parte de una diversión social, sino como un fin en sí mismo y hasta caer al suelo. Rechazo una España que concede como parte de su juego general que un chaval preadolescente no pueda salir de casa los sábados sin cincuenta euros para gastar porque es una España que ha perdido los papeles, que no sabe a dónde va ni qué quiere, cuáles son sus deberes y su finalidad. Una España que habla sin parar a sus adolescentes de derechos y les calla sus deberes, pongamos que hablo de estudiar, obedecer o respetar, me la refanfinfla; me niego a convivir con una España que les dice a los padres que tienen que ser “amigos” de sus hijos, que les dice a sus chavales que sin estudiar se puede aprobar, a la tercera o a la cuarta, pero que aprueban igual que aprueban los que con horas de estudio sacan sobresalientes.


Y acabo, debo resumir las 847 ideas que en mi interior pelean por salir al papel en una sola expresión: Mecagüen la España políticamente correcta, viva la España rebelde… cuando exista.

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