Palencia es una emoción:

25 octubre 2009

Doble discurso progre

Durante largo tiempo me ha llamado la atención el discurso, a estas alturas habitual y previsible, de mis progres. Siempre me ha resultado clarificador la facilidad, envidiable por otra parte, con que se movilizan a favor de cualquier causa con tal de que sea lejana y exótica. Si los indios de cualquier tribu perdida en la inmensidad del Amazonas supieran lo preocupados que están mis progres por su inestable existencia, en vez de salir a cazar cada mañana se quedarían absortos, boquiabiertos y permanentemente metidos en su cama a la espera de comprender tamaño misterio. Tumbados en su hamaca, quiero decir.

Por los indios del Amazonas realizan asambleas, mercadillos solidarios, cuestaciones, manifestaciones y concentraciones reivindicativas ante la puerta de la embajada o ministerio de turno. La lata que tengo que aguantar a mis progres con sus indios amazónicos, la de discursos que les llevo sufridos, la de videos que les llevo vistos, la de discos solidarios que les llevo comprados. Qué discursos me sueltan, cómo me hacen sentir culpable por tener casa, coche y vivir bien. ¡¡Joé, si es lo que quiero, si me lo pago de mi trabajo, si de mi cuerpo me sale!!

Pero ellos, enredados en su discurso, me pasan por el morro la autopista que están construyendo cerca de la aldea indígena, como si yo dirigiese la empresa constructora, y pretenden que me una a ellos en una jornada de ayuno ante la sede de dicha sociedad multinacional. Con qué fervor, con qué tiranía, con qué superioridad moral me lo exigen bajo la amenaza de catalogarme como capitalista, esclavista y explotador. O soy como ellos, puro, íntegro, benéfico y furibundo actor de su comedia o me convierto en un despreciable gusano insolidario, excremento burgués de una sociedad sin sentido que merece ser exterminado sin contemplaciones.

Con frecuencia la contradicción les llega cuando la causa de solidaridad les pilla más cerca. No suelen aguantar una causa solidaria que resida a menos de mil kilómetros de su casa. Ay, como haya que aplicar la solidaridad con alguien próximo; ay, como haya que apoyar a alguna persona débil de su entorno. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. Porque la solidaridad tiene sus límites, porque el discurso tiene sus espacios en blanco, porque la entrega total tiene sus excepciones.

Y nunca faltarán razones acreditadísimas que expliquen la incongruencia, nunca faltarán motivos justificadísimos que esclarezcan su cambio de actitud. Y si su vecino, su hermano o su compañero de trabajo les salen refractarios y no siguen fielmente sus prédicas mis progres se vuelven feroces déspotas dictadorzuelos. El ataque es entonces demoledor; con frescura sin igual y desparpajo desmedido descargan toda su verborrea dialéctica llena de descalificaciones del tipo de “insolidario”, “capitalista”, “asocial”, “egoísta”, “intolerante”. Y “fascista”, que nunca falte “fascista” de su vocabulario peleón.

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