Palencia es una emoción:

19 marzo 2010

Una de nacionalismo vinícola español

Hoy toca una de nacionalismo español, en honor de aquellos que cada vez que ataco las insensateces de la derecha –casi tantas como las de la izquierda- piensan que soy un anti español... Lo que me recuerda a Zapa llamando antipatriotas a los que le avisaban, bien inútilmente, de la crisis económica que se nos avecinaba. Resulta que bebemos demasiada cerveza y poco vino, pues que vivan el vino y las mujeres que en este mundo son lo mejor. Coño, añado.

España es país de vinos, no sólo de producción de vinos, sino de consumo de vino. Tradicionalmente el vino ha sido habitual en la mesa del ciudadano que llegaba agobiado del tajo y dispuesto a meterse entre pecho y espalda los garbanzos con patatas que tras ímprobos ahorros y no pocos esfuerzos había conseguido la parienta. Y con ellos, garrafa y media de vino de “Manolo’s. Vinos y aguardientes del país”. El vino peleón, el vino de tasca o el vino de barra de bar con los amigotes era santo y seña de esa España que “is different”. Quedabas con ellos para ir a la taberna de la esquina, acodarte durante horas en la barra, siempre sucia y mugrienta, a cuyo pie descansaban inertes los güesos de aceitunas de antesdeayer, y mientras te olvidabas del ardor que los garbanzos te habían producido, te acarreabas media docena de vasos de vino rasposo con el que conseguías olvidarte del paro o del tajo, del desgraciao de tu hijo o de que a la señá María le dolía la cabeza todas las noches justo cuando tú la requerías.

Pero nos hemos hecho demasiado finos y selectos, nos hemos creído el ombligo del mundo y nos hemos extranjerizado. “Maricón, el último” dijeron las masas bebedoras y poseído por el amor a lo estrafalario, a lo ajeno y al consumo más caro, el españolito se pasó a la cerveza. No, si ya sé que siempre se ha bebido cerveza, me too, sorry, que para todo hay gustos y nadie tiene la exclusiva de nada, la de cervezas de importación que me habré trajinado yo durante tiempo y tiempo.

Y ahora también, conste, aunque más moderadamente, trasiego alguna cerveza que otra; sin embargo de un tiempo a esta parte y según el momento del día un sanfrancisco es la bebida que me acompaña, anima e inspira, mismamente como la absenta a los autores franceses de final del siglo XIX, y ustedes perdonen, que no intento compararme, vade retro, con aquellos genios que Dios tenga en su Parnaso.

Pero he vuelto al vino. Los años, la sensatez y la serenidad me han vuelto al vino. Viva el vino, vivan los tintos de La Rioja, pero sobre todo vivan los vinos de la Ribera del Duero y los blancos de Rueda capaces unos y otros de engrandecer la más humilde comida o la más amigable ronda de amigos a la hora del aperitivo. Volver al vino es volver a las raíces, volver por donde solíamos, volver a la que éramos, volver a la España costumbrista, tradicional y de gustos propios con decisiones propias. No, no hay por qué renunciar a otras bebidas, la cerveza sigue siendo también bebida española a la que no renuncio aunque sea a través de marcas de importación, pero la amistad siempre ha circulado en torno a los vasos bajos y anchos en los que tomábamos “chatos”, lo que me recuerda la nueva memez colectiva que para las nuevas generaciones ha cambiado la carga semántica del verbo “chatear”. Jórribol, míster.

Confieso que he bebido, que estoy bebiendo y que espero no tener que renunciar nunca al vino noble, tan alejado de esa estulticia general, semidelincuente y juvenil que es el botellón. Confieso que he bebido vino de calidad, que estoy bebiendo vino de calidad, al menos vino de calidad al alcance de mi modesto bolsillo, y que ese vino que tanto me satisface, que me acompaña y que me ilustra crea riqueza en esta Castilla mía que acoge casi a tantas denominaciones de origen como comarcas existen, si ustedes me permiten una pequeña exageración. O no tan pequeña.

Permítanme arrimar el ascua a los vinos castellanos de Rioja, de Cigales, del Bierzo, del Arlanza, de Rueda, de Toro o de la Ribera... Ah, y a esos maravillosos caldos de Castilla... La Mancha, pero sin olvidarme de que España entera es un majuelo, de que España es una bodega allá por donde circules, de que cada región tiene su vino y ése, su momento, su comida y sus acompañantes, no me olvido de ninguno. Abajo la cerveza, aunque tampoco demasiado, que no nos cueste mucho esfuerzo llegar hasta ella. Aunque no sea más que para variar.

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