Palencia es una emoción:

23 octubre 2010

El alcalde de Valladolid


Ser alcalde es muy serio. Ser alcalde de tu propio pueblo es uno de los honores más grandes que se pueden recibir, ser elegido por tus propios vecinos, que tus propios vecinos confíen en ti. Yo siempre he admirado a los alcaldes de los pueblos pequeños, disponibles a cualquier hora, dispuestos a cualquier cosa. Porque para ellos su pueblo está siempre por delante de todo lo demás. Y a cambio de nada, de ninguna compensación, quizá del desprecio de aquellos que votaron a otros.

Ser alcalde de una gran ciudad como Valladolid es un gran honor y una gran responsabilidad. Hombre, hay que admitir que la mayoría de los electores no te conoce, quizá muchos te votan por tu labor en los años anteriores, sean de oposición o de gobierno, y otros muchos te votan por las siglas que aparecen en la parte superior de la papeleta que encabezas. Pero conocerte, conocerte… pocos. Los votantes saben lo que la prensa les traslada, pero la prensa a veces traslada... lo que interesa trasladar.

Para ser alcalde de una capital es necesario ser hábil, tener experiencia, apoyos, contactos y conocimientos suficientes para hacer frente día a día a la enorme labor que es regir una gran urbe. Deberían ser necesarias otras cosas, grandes dosis de sentido común, carecer de sectarismo, ser tolerante y ser respetuoso, por ejemplo. Son cualidades humanas que raramente se reúnen en una misma persona.

Javier León de la Riva no parece tener esas cualidades, ha sido miserable dos veces. Cuando hizo esas sucias alusiones sexuales a Leyre Pajín y cuando pretendiendo disculparse ante las cámaras fue torpe, deliberadamente confuso y poco directo, nada claro y mostrando un arrepentimiento de cachondeo, …de dibujo animado.

Ser alcalde de uno de los innumerables pueblos castellanos de menos de doscientos habitantes es un inmenso honor, porque te votan los que te conocen, porque saben quién eres, de quién eres y cómo eres. Ser alcalde de un pueblo pequeño de esa Tierra de Campos repartida entre varias provincias castellanas no está al alcance de cualquiera. Ser alcalde de Valladolid está al alcance de alguien soez, irrespetuoso, poco demócrata, poco sincero y bastante malandrín.

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