Palencia es una emoción:

17 noviembre 2010

Me avergüenzo de ser español

Me voy a la cama, hoy ha sido un día largo, pero sé que no pudo dormir sin leer los periódicos de mañana. Tal vez no pueda dormir sin escribir algo.

Y voy y leo. Y voy y me cabreo. Y voy y me pongo a escribir, para echar fuera mi cabreo y poder dormir. No hay nada que asegure más una mala noche que acostarse de mal humor.

Porque leo cómo es España, tal vez cómo es la humanidad. Sí, debería haber escrito “Humanidad”, con mayúscula, pero no me da la gana, no se lo merece. Va de discotecas, bares y pubs (¿Por qué ese barbarismo prescindible?), va de hostelería. Mecagüen la hostelería y ustedes perdonen la violenta imagen. No, sólo en dos establecimientos hosteleros.

En la discoteca Cuomo de Valencia regalan 300 vibradores a las chicas que acudan a la fiesta del próximo viernes. Podían regalar una suscripción a National Geografic o carnets de la biblioteca pública de la localidad, pero no, regalan vibradores. Tan ramplón, tan poco elevado, tan barriobajero es el concepto que de las personas tienen en esa discoteca. ¿No es algo esencialmente amoral, sucio y de baja ralea? ¿Sólo somos “eso” para los dueños de la discoteca, sólo animales sexuales? ¿Qué es una persona para el ingenioso hidalgo que inventó tal patochada?

Ah, no se pierdan ustedes el detalle de sibilina inteligencia, de refinada majadería, de cáustica humanidad… que un vibrador sin pilas no sirve de mucho… pero las pilas se las regalan… a los chicos. ¿No es para echarse a reír? ¿No es para tirar cohetes? ¿No es para dar una palmadita en la espalda y felicitar por su brillantez publicitaria al analfabeto social, al despectivo tratante de ganado juvenil que tuvo la idea original? ¿Este delicado analfabeto le regalará tal artilugio a su esposa todos los aniversarios? ¿Y qué le regalará ella a él?

Y el pub. Se me escapa el lugar, pero no importa para la historia que les voy a contar. Un grupo de chavales jóvenes entra en un pub. No arman ningún escándalo, simplemente toman sus consumiciones y pasan el rato. Al poco tiempo el dueño se les acerca y les dice: “No es por discriminar, pero tienen que irse de aquí”. ¿El motivo? Los chavales tenían síndrome de Down  y posiblemente afearan el local que con tanto esmero había preparado el dueño. Pero, no, no era por discriminar.

Tan ramplón, tan poco elevado, tan barriobajero es el concepto que de las personas tienen en ese pub. ¿No es algo esencialmente amoral, sucio y de baja ralea? ¿Qué es una persona para el ingenioso hidalgo que dirige dicho local? ¿No es para dar una palmadita en la espalda y felicitar por su brillantez al analfabeto social, al despectivo tratante de ganado juvenil que tuvo la idea de expulsar de allí a los chavales?

Me voy a la cama, hoy ha sido un día largo, creo que no se me ha pasado el malhumor y no voy a dormir. A veces siento que me da asco. Esta sociedad, digo. 

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