El emperador Carlos I de España (¿Por qué preferimos llamarle “V de Alemania”?) hablaba de “los mis reinos de España” cuando aquello de los Comuneros. Ahora España es un solo reino pero aquellos polvos trajeron estos lodos y resulta que en el reino hablamos cuatro idiomas: Castellano, catalán, gallego y vasco, todos ellos españoles de nacimiento y de derecho, cosas de la atribulada historia de “las Españas”. El Senado quiere reconocerlos como idiomas propios, como parte de la riqueza nacional o, si lo prefieren, “estatal”, por eso su utilización, aún esporádica. Recordemos que el Senado es la Cámara de los territorios.
Lo del pinganillo de los senadores ha escandalizado a la sociedad por el gasto que supone en la actual decadencia económica, más teniendo en cuenta que nada más abandonar su escaño tan elevados personajes se entienden perfectamente en castellano mientras se toman un café en el bar de la esquina. Pero es que no se trataba obviamente de hacerse entender en una lengua u otra, sino, insisto, de reconocer la pluralidad lingüística y cultural española. Si cuestión de entendimiento fuera sobraría el gasto, evidentemente. Instalados en la algarabía populachera y en el alboroto social que se ha montado nadie parece prestar atención a que ese gasto, aparentemente escandaloso, ni siquiera supone alteración del presupuesto de la noble Casa.
Ese gasto, ínfimo para un presupuesto como el español, no desestabiliza la nación ni desequilibra la Hacienda pública ni nos lleva a más ruina que a la que los pésimos gobernantes, aquellos que desdeñaban la crisis mientras nos endeudaban para varias generaciones, nos han arrastrado. Aún la España de los falsos brotes verdes, la España de la falsa champions ligue, la que había superado a Italia y Francia, la que pronto iba a merendarse a Alemania, la España de las subvenciones a los maricas de Zimbabwe o Puerto Rico, puede y debe permitírselo. No es más que un autohomenaje a nuestra variedad, a nuestra riqueza cultural, un reconocimiento a nuestra diversidad, a nuestro españolismo. No se es más español por hablar castellano en vez de gallego, como no se es más catalán por expresarse sólo en catalán y no en castellano.
Sin embargo yo más me preocuparía por el derroche que supone tener un Senado inoperante, que mientras debería ser Cámara de representación territorial sólo es una institución inerte, una cámara de segunda lectura de las leyes, sin que esa segunda lectura suponga nada de provecho, pues jamás se le hace caso, jamás sirve para nada. Y eso es lo criticable a nuestra clase política, que después de tantos años de democracia nadie haya emprendido la loable labor de trasformar el Senado en una institución actualizada y válida, pues tal y como está es un gasto inútil. Y ese gasto si tiene mayor importancia en el presupuesto nacional, sobre todo si lo comparamos con su utilidad. Lástima que Berlanga se haya muerto, le sale título para una gran película: “El despilfarro nacional”.
PD: No, no me recuerden que también existe el valenciano, dejemos esa disputa para otro día, que hoy ya voy servido con la que me va a caer encima.
1 comentario:
Vaya tela con esto de los pinganillos
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