No
hay muchas cosas de las que me sienta orgulloso. Ser castellano es uno de los
motivos más importantes de ese orgullo; mi religión, mi trabajo o el amor de y
por los míos son otros importantes motivos. Claro que ser castellano me lleva a
ser español, también motivo de orgullo.
Castilla
renunció en su momento a su independencia –ha sido más siglos independiente que
parte de España- para construir una realidad mayor, más importante y más
fuerte. Si ustedes se fijan bien España fue el primer escalón de los Estados
Unidos de Europa. ¿No es otra razón más para sentirse orgulloso? Aunque haya
castellanos y españoles en general que se avergüenzan con insoportable tontuna
de esto que fue un adelanto en los siglos. En la generosa entrega de su
libertad Castilla dotó a toda España, incluida las coronas de Aragón y de
Navarra, de un idioma que acabó por ser universal.
Estar
orgulloso de ser castellano y español no supone menospreciar otras culturas,
otras naciones y otros modos de vida. Para amar a Castilla no hace falta
desamar a nadie, basta con amar y entregarse, no es necesario faltar al respeto
que todos necesitamos. Hablar castellano no impide hablar otros idiomas, para
hablar inglés o francés no es necesario negar otros idiomas. Y viceversa,
claro.
El
castellano es parte de mi cultura y por eso lo defiendo, cultura que mis
antepasados expandieron por toda España, facilitando la comunicación entre
todos. El castellano es patrimonio de Castilla en ofertorio para todo el mundo,
pero a lo mejor a muchos se les ha olvidado que nació en Valpuesta, provincia
de Burgos, Castilla profunda, o, si usted no está actualizado, en La Rioja, no
menos parte de Castilla como prueba el hecho de que no se le llamase riojano
sino castellano. Perdonen que insista: es patrimonio castellano y por lo tanto
debe ser defendido por los castellanos y por todos los que defiendan a
Castilla. Y sí, también es patrimonio de toda España y buena parte de América.
A
los castellanos, también, nos corresponde defenderlo y promocionarlo, tanto en
asuntos culturales como en asuntos políticos. Y si hay hablantes a los que por
cuestiones políticas se les impide utilizar esta herramienta, los idiomas son
sobre todo herramientas, los defensores de Castilla deben acudir a la defensa de
lo castellano. Allá donde sea. Con los democráticos instrumentos adecuados, coincidiendo
con quien se haya de coincidir porque por encima de todo está Castilla, lo
castellano y el castellano. Y si para ello hay que rectificar errores u
opiniones anteriores se rectifica, la vida –y la política- es continua
rectificación, lo contrario es empecinamiento.
Hay
en Cataluña un número de castellanoparlantes a los que se les impide estudiar
con el castellano como lengua vehicular. Y para ello se propone incluso saltarse
las leyes y las sentencias judiciales. Leyes democráticas y jueces democráticos,
a lo peor no es una torpeza recordarlo. Ahí debe estar también todo aquel que
pretenda defender a Castilla y lo castellano, ahí debe estar también todo aquel
que pretenda defender el castellano. Dudarlo es dejarse llevar por querencias y
temores ajenos a Castilla, por preferencias y resquemores que nos separan de
Castilla, de lo castellano y del castellano.
6 comentarios:
De lo mejorcito que te he leído , Pedro.
Gracias, Javier, muchas gracias
Genial, muy bueno, ¿donde estan los castellanistas que ni te hacen caso ni te promocionan?
Gracias, anónimo, no me interesa la promoción política, la promoción que me interesa es otra.
gran verdad
¿Cuál de todas, Anónimo? Y mójese y ponga su nombre, caramba, que seguro que es más valiente que todo eso...
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