Palencia es una emoción:

07 noviembre 2011

Cristiano Ronaldo, héroe y villano


No sé si alguna vez hubo un futbolista ilustrado, medianamente culto y que en su comportamiento diario, en la vida ajena a los campos de fútbol, dejara una impronta de calidad humana. Seguro que hubo más, pero yo que dejé de seguir el fútbol al madurar todavía recuerdo a Isacio Calleja –les hablo del Pleistoceno, por lo menos- con su carrera de abogado. De comportamiento caballeroso también puede hablarse de Raúl González, aunque los barcelonistas seguramente podrían ponerle más de una justificada pega.

Pero algunos –el cuerpo me pedía escribir “muchos” pero me he retenido para no ser demasiado injusto- arrastran junto a su multimillonario palmito un abandono cultural injustificable, unos complejos de superioridad que los convierten en personas abominables en sí mismas. Hay casos, como el de Maradona, que son notorios del desfase entre la calidad deportiva del individuo y su calidad humana. El dueño de aquella “mano de Dios” que le permitió apuntarse un tanto ilegal llevó tras su retirada deportiva una vida tragicómica que le condujo a la droga.

No sé si la historieta de aquel futbolista que fue a una librería a comprarse dos metros treinta y cinco centímetros de libros –daba igual qué libros, qué autores, qué contenido- porque eran los que le cabían en la librería que se acababa de comprar o la de aquel otro al que recetaron supositorios y se quejó porque tenían mal sabor son ciertas o no. El caso es que un elevado número de futbolistas de élite tienen más dinero del que saben administrar, suelen ser bastante analfabetos y a veces demasiado brutos, como si ser rico o gran deportista disculpara la memez o la falta de preparación para la vida.

Cristiano Ronaldo es un fuera de serie, es de una calidad deportiva difícilmente igualable en la actualidad, quizá Messi y alguno más –muy pocos- puedan equiparársele. Sin embargo no parece haber dedicado sus millones a mejorar como persona, a aprender de la vida, a aprender a respetar a los rivales, a aprender humildad, educación y comportamiento social. Su habitual prepotencia, su orgullo y su aire altivo hacen de él un individuo poco recomendable para vivir en sociedad. El desequilibrio entre su calidad deportiva y su calidad humana es evidente, la disparidad entre su capacidad económica y su capacidad cultural es evidente. Sin embargo una sociedad como la occidental, una sociedad de “Gran Hermano”, “La Noria” o “Acorralados” es el caldo de cultivo donde especímenes de la baja catadura moral del portugués son siempre bien recibidos, adulados y bendecidos por las masas analfabetas.

De la corrección, humildad y sencillez de Kaká se le podría haber pegado algo.

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