Ahora que nuestro Diario
Palentino anuncia que han acabado las obras para dejar sitio al AVE en la
estación de Venta de Baños, mi infancia y juventud se me agolpan entre los
andenes de aquella vetusta estación. Eran tiempos, por qué pensamos que
cualquier tiempo pasado fue mejor, en los que había varias salas de espera,
oficina de telégrafos, fonda y hasta comisaría de policía. Pensándolo bien es
cierto que aquellos tiempos eran mejores para la estación, entonces incluso
paraban los trenes.
Para mí era obligado cruzar la
estación para ir a la escuela, para ver a mis amigos o, más tarde, para acudir
a bares y discotecas de moda. En aquel legendario vestíbulo, en mi recuerdo
totalmente revestido de madera, se me confunden varias evocaciones de mi
infancia: los taquilleros, impolutamente vestidos de azul y rigurosamente
encorbatados, las estanqueras, siempre muy ancianas y con el pelo virginalmente
blanco, y la castañera.
En otoño siempre había una
castañera. Aún vaga y borrosamente recuerdo su figura tiznada y enlutada, a la
puerta misma del vestíbulo (hoy el lenguaje casi impone decir hall; estaciones
o aeropuertos no tienen vestíbulo, tienen hall, que es más megaguay)… Decía que
a la puerta de hall se instalaba avanzado el otoño una castañera que nos
cambiaba un puñado de castañas por un puñado de céntimos. Cuando los céntimos
eran de peseta, oiga. Con las castañas y las manos en los bolsillos del abrigo,
mi padre y yo íbamos a esperar el tren para Palencia.
El tren para Palencia entraba
siempre por la vía cuatro, andén tercero, junto a la antigua pasarela. En ese
andén estaban los factores. Medio Venta de Baños debía ser factor de Renfe,
entraban y salían sin cesar de la oficina para dar vía libre a algún expreso
que tardaba 24 horas en unir La Coruña y Barcelona. También allí estaba la
comisaría de policía, donde tuve amigos que han ido ascendiendo a los que
saludo, y la oficina de telégrafos, con Agustín García Blanco al frente, al que
alguien debía de una vez homenajear.
En la sala de espera no solía
haber viajeros. En su lugar un grupo de jubilados pasaba las horas escapando
del frío estepario, matando el tiempo con conversaciones insulsas, esperando
que le tiempo los matase a ellos.
Venta de Baños siempre fue ciudad
de paso, construida precipitadamente, pero para los que en ella hemos nacido y
vivido la estación siempre fue el centro neurálgico, ese centro sociológico y
urbanístico del que realmente carece.
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La foto tiene la firma de JBG en la web pueblos-españa.org
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