Vuelven las algaradas a la calle,
vuelven los acosos a las sedes del PP y a los domicilios de sus dirigentes. Y
vuelven las algaradas… cuando vuelve el PP al poder, seguramente es sólo
casualidad. Hemos estado miles de años en silencio, aguantando estoicamente los
errores de unos gobernantes que no han sabido enfrentarse a la crisis, que
veían brotes verdes donde no había nada (¿acaso se los fumaba alguien?), que
llamaban antipatriotas a los que contaban las verdades del barquero. Antipatriotas
eran, además de todos los dirigentes del PP y todos los curas y quienes tuviesen
ideas diferentes a las de Zapatero y sus secuaces sindicalistas, socialistas
como Miguel Ángel Fernández Ordóñez y Joaquín Almunia, tal vez porque tenían la
osadía de pensar diferente.
Hemos dejado pasar en desastroso
silencio cinco millones de parados. Y ahora viene Fidel Castro travestido de
jovencito valenciano a leernos la cartilla. Manda narices que algo tan obsoleto
como el comunismo quiera vestirse de moderno, manda narices que parte de la
progresía española acepte como icono válido a quien persigue a los “mariconassos”
cubanos. Manda narices que una dictadura hereditaria pretenda darnos clases de
libertad y de desvelos por el pueblo, el mismo pueblo cuya desbandada hay que
evitar poniéndole alambradas con forma de mar y ángeles con forma de
ametralladora.
El mozalbete valenciano amante de
Castro y Amaiur, joé, ¿no tiene otros ejemplos de libertad, de respeto a la
vida, de democracia?, amenaza con quemar las calles de Valencia, qué ejemplo de
civismo. El angelito valenciano amante
de Castro y Amaiur es el referente de la izquierda española para este ensayo
general de la que se le avecina al PP, si yo tuviera dinero pondría un negocio
de silicona y cerraduras. Vuelve el PP al gobierno y vuelven las algaradas,
vuelven a volar las piedras, a arder los contenedores. ¿Será casualidad?
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