Pasa junio, que la vida es pasar,
y el día se asoma liviano, sugiriendo una mañana apacible y bonachona. Con el
paso de las horas todo queda en una gran mentira, el solsticio que se avecina
presiona incandescente y los ciudadanos parecen encogerse, acobardados, a
medida que su sombra merma. Peatones atropellados buscan el alivio de los
parques o el refugio de una terraza en la que aplacar la sed y calmar la
soledad. Pasa junio, que la vida es pasar, y la noche recarga la vida del día
siguiente, refrescando las calles abochornadas durante tantas horas.
La noche es el refugio de los
espíritus ofuscados y calma asfaltos llameantes devolviendo Palencia a la
serenidad que siempre quiere. Donde antes hubo fuego hay ahora un viento que
corretea entre calles y plazas, visitando parques y rotondas, avivando el ánimo
decaído y templando osadías turbadas. El silencio se impone, sólo a lo lejos
llega un motor quejumbroso o una risa estridente, quizá mitigada por el
vientecillo que zanganea en dirección contraria. No es noche de dormir, es luna
de contemplar sin prisa desde la cátedra de un banco de piedra o desde el
pretil de Puentecillas, dejando las aguas fluir camino de Dueñas. Enfática luna
de enamorados, sentenciosa luna de poetas.
Hay un lenguaje secreto en las
estrellas correveidiles que se guiñan eseemeses cómplices, cruzados despiadadamente
para criticar al jefe ahora que se ha ido y la encargada parece más pendiente
de mirarse en las aguas oscuras del Carrión que de apacentar su rebaño sideral.
Todo está estudiado y nadie se sale del eterno guión, la dulzura de la noche no
se rompe, derrotada la incandescente tarde la quietud se establece en todos los
cruces, controla todas las esquinas y tranquilidad es el santo y seña de esta
noche. Palencia resiste el avance implacable del calendario hacia la hoguera de
San Juan sin importarle las llamas, que todos los fuegos acaban en cenizas que
el viento devuelve a la naturaleza.
El inclemente claqué de unos
pasos clausura la noche. Se rompe el silencio y a lo lejos alguien canta el mal
vino de la pobre Asunción. Una tenue misiva de claridad hiende la negrura y
acaba con la magia. Pronto una ventana se abre, suena una persiana y un coche
dobla una esquina a toda prisa y deja escapar la urgente sintonía de una radio.
Palencia despierta, sale el sol, la actividad comienza, pasa junio, que la vida
es pasar, y el día se asoma liviano, sugiriendo una mañana apacible y
bonachona. Con el paso de las horas todo queda en una gran mentira.
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La foto de puentecillas la he obtenido de la web de la casa de Palencia en Argentina!!
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