Está septiembre a la vuelta de la
esquina y a Rajoy se le van a rebelar los funcionarios. Está septiembre a la
vuelta de la esquina y a Rajoy se le va a rebelar media España. Se queman los
bosques y las calles están que arden. Esperen a que acaben las fiestas de los
pueblos y llegue el otoño.
Toca pagar la feria en que hemos
vivido todos estos años, cuando no había barrio sin una semana de fiestas
populares, cuando construíamos rotondas y carriles bici y pintábamos todos los
años las tapias de los cementerios. Toca pagar los caballitos y los coches de
choque y el algodón en rama. Aquellas indigestiones son nuestro ardor de
estómago de hoy.
La crisis que Zapatero no supo
ver, la que negó reiteradamente y la que Rajoy no sabe o no puede evitar se dan
la mano para bajar los sueldos de los funcionarios. Con lo que gastan los
funcionarios, con lo que consumen, con la de comercios que dependen de ellos.
¿Qué será del comercio sin paga extra? ¿Cuántos impuestos no se recaudarán sin
transacciones comerciales?
Pero seguimos teniendo 17
autonomías y cinco mini castillas en vez de una Castilla entera, 17
parlamentitos, 17 defensores del pueblo. Es mucho más fácil recortar en
funcionarios que en asesores, fundaciones o embajadas autonómicas. Se podría
aprovechar la crisis para refundar España, para cambiar todo lo cambiable, para
solucionar todos los errores, para abaratar, simplificar, ordenar, pero Rajoy
prefiere, como prefirieron sus antecesores, que la cosa viene de lejos,
recortar sueldos de funcionarios. Está chupao.
De las crisis vienen los
renacimientos; de los problemas, las soluciones. Sin embargo nuestros
gobernantes, recordemos que nosotros los hemos escogido libremente, prefieren
las tijeras del recorte al bisturí de las reformas. Paños calientes en vez de
respuestas. Componendas en vez de arreglos. Enfermos sin médicos y alumnos sin
maestros no pueden ser la solución.
Si los españoles fuéremos
previsores en vez de improvisadores los empleados municipales de toda España
estarían ya preparando calles y plazas con barreras protectoras, como si fuesen
los sanfermines. Lo que acaba de terminar en Londres no han sido más olimpiadas
que las que esperan a las fuerzas del orden público en cuantito el otoño nos
despierte. Me pregunto cuántas horas extras van a hacer los vigilantes de las
calles, a cuánto nos va a salir cada carrera, a cuánto cada palo sobre lomo de
manifestante. Presupuesto extraordinario el del ministerio.
Con permiso de ustedes me voy a
aprender alemán, auf wiedersehen.
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