Llevo un rato decidiendo si no
haría mejor en dedicar la columna a un poético elogio de la dorada luz del
otoño. Al final decido escribir lo previsto y utilizar nuevamente mi artículo
como terapia anímica.
Estoy harto, señores. La
actualidad ha podido conmigo y estoy saturado de aquellos españoles que llevan
cuarenta años sacando provecho ilegítimo de sus ventajas políticas. Permítanme
ir directo, que el espacio escasea. Estoy harto de los privilegios fiscales de
algunos españoles, obtenidos gracias a prebendas políticas injustas y que
convierten en mentira que todos los españoles seamos iguales ante la ley. Les
hablo del País Vasco y de Navarra y de tradiciones medievales que burlan la
igualdad impositiva de los españoles.
Es absolutamente intolerable que
un español pague más impuestos por vivir en una provincia que en otra. Y eso,
que es profundamente injusto, es defendido por nuestros políticos como bueno
para España. No, no me olvido de que los políticos elegidos en Palencia –en
toda Castilla- para defender nuestros intereses creen sin embargo que eso es
justo. Y hasta lo han llevado a la Constitución.
Y además soportamos las amenazas
nacionalistas de separarse de nosotros, aliñando sus pretensiones con discursos
clasistas y racistas a la par que victimistas. No sólo están a punto de
conseguir sus propósitos, pasando sobre miles de castellanos que fueron
forzados a emigrar de sus tierras para crear riqueza en otras, sino que quien
tenía que poner freno a todo ello no sabe o no puede hacerlo.
Es tal el éxito del disparate,
convertir en víctimas a quienes se favorecen de una ley injusta y en opresores
a quienes padecen una política de desertización y despoblación, que en Cataluña
les surgen imitadores. Los más favorecidos por la política económica,
industrial y de población desde Franco -el primero en impulsar la desertización
de Castilla- amenazan también con la secesión si no se les concede también
semejante privilegio económico. No sólo es que durante décadas se les ha
permitido una política de rechazo de todo lo castellano, haciendo caso omiso de
sentencias judiciales, sino que los políticos castellanos, españoles en
general, mantienen con su silencio estos privilegios que legalizan españoles de
dos clases.
Ahora ponen a su independencia el
precio de un concierto económico y nos acusan de intransigentes. Que se vayan
y nos devuelvan a nuestros emigrantes y
las joyas castellanas del Museo Marès.
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