No sé si alguien se preguntará
todavía cuándo y por qué España entró en crisis. Crisis de todo y de todos,
desde el Rey abajo, cualquiera. Económicamente somos un producto del descontrol
del capitalismo y de nuestra inmoral ansia de poder; políticamente España es
una ruina que se deshace en pedazos, imagen literaria que puede ser realidad en
poco tiempo, y moralmente somos una sociedad absolutamente desastrosa como cada
día se encarga la prensa de recordarnos cuando habla de nuestros políticos o de
nuestros personajes populares.
La televisión es el espejo en que
podemos recrearnos viendo nuestra bajada a los infiernos. Creíamos que eran
insuperables los tiempos en que Belén Esteban era procaz protagonista de la
actualidad de peluquería pero eso no fue más que el inicio. La absoluta
obscenidad moral de las televisiones y de los espectadores nos proporcionó grandes
momentos de la mayor zafiedad en una infinidad de programas tal que resulta
difícil acordarse de tantos nombres implicados: Crónicas Marcianas, (¿Cómo se
llamaba aquel programa del Missisipi?), Gran Hermano, Sálvame… y tantos otros.
El descenso era continuo e
imparable, cada temporada nos aportaba un nuevo título de cochambre, de
chabacanería generalizada y una riada de “periodistas” que humillarían hasta la
muerte a Larra, millones de personas veían cada tarde o cada noche esos
programas. Todo ello era fiel reflejo del descenso de ética popular, muestra de
la marcha de un sistema público de educación y prueba del nulo respeto que los
españoles sentían por los demás y por sí mismos. Y sin embargo pensábamos que
éramos mejores y más libres, más educados y más europeos por ser demócratas,
por tener un sistema educativo y social avanzado, por tener una economía
desarrollada… por tener unos valores nuevos que habían desplazado a otros
antiguos y desfasados de los que era mejor olvidarse.
Pero era España la que pasaba
dinero negro a algunos concejales de tres al cuarto, era España la de los partidos democráticos y
constitucionales que cobraban un 3% por grandes obras públicas, el nuestro era
un país en que el rey tenía amantes con absoluto descaro… Y España era el país
que todas las noches se deleitaba con programas de televisión repugnantes de
los que posteriormente hablábamos con desenfado en la barra del bar, creyendo
que eso era ser más libres, más progres y cultos.
Esta temporada ha llegado Gandía
Shore. La bastedad por sí misma, el sexo por el sexo, la incultura porque sí,
la burrez como mérito, el analfabetismo como medalla. Barrerá entre los programas
más vistos porque España es inconsciente de su atraso, confunde la ignorancia
con la libertad y la blasfemia con honradez, somos el culo cultural del mundo
como demuestran las encuestas pero preferimos esconder la cabeza bajo el brazo.
Pero qué nos importa todo esto si en los momentos en que escribo, y según las
voces de mis vecinos, España va ganado a Francia. De fútbol les hablo, claro.
Luego preguntémonos por qué
Lloret o cualquier otro lugar de la costa mediterránea es el lugar escogido por
todas las bestias de Europa para emborracharse y tirarse por el balcón. Y sí,
ya sé que el problema no es sólo español sino occidental, claro que sí. Tengo
el íntimo convencimiento de que con el paso de los años seremos todos chinos,
por su disciplina y su rendimiento laboral, o musulmanes por su número y su fe.
Me gustaría morirme sabiéndolo.
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