Hace mucho que dejó de
interesarme el cine. Sé que es una lacra, algo de lo que no me siento
orgulloso. Aunque el cine me sigue emocionando en la mayoría de los casos se
trata de películas antiguas, quizá en blanco y negro y con actores o directores
que llevan tiempo criando malvas, ustedes perdonen.
Soy clásico y siempre me gustará
Casablanca. El ambiente que los creadores consiguen en el café de Rick,
mezclando angustias y esperanzas de los protagonistas, tamizándolas con el humo
del tabaco que vela el rostro de Ingrid Bergman, me envuelve y me hace sentir
un miembro más de esa corte de vividores y desesperados que pululan por el
local deseando que la noche les pille un poco más esperanzados de lo que
estaban al amanecer.
Con Bogart me siento
contradictorio, su cara impasible le sirve para ir a un entierro (acabo de ver
“La condesa descalza”) o para casarse. El mismo gesto para disparar una magnum
44 o para besar a la protagonista. La misma mueca de disgusto. Y sin embargo él
es la película. Él es Rick. Él es el protagonista. Es imprescindible.
Dicen que quieren hacer una
segunda parte, eso que tan americanizados como somos hemos dado en llamar un
“remake”. Hay cosas que deben dejarse como están ante el riesgo de romper el
encanto que las abraza y que se ha acrecentado con el paso de los años. Será imposible
que volvamos a embelesarnos ante la candidez de Ilsa, será imposible que nos
estremezcamos otra vez al oír cantar con rabia La Marsellesa, será imposible
que se repita la cínica amistad entre el gendarme Renault y Rick.
El deterioro de la sociedad, aún
cuando no estamos todavía en guerra mundial declarada, hace imposible que las
relaciones sociales emocionen simplemente por candidez y ternura. Hoy el
ambiente brumoso del café no podría repetirse porque está prohibido fumar y
para sustituir su hechizo se emplearían unos cuantos escotes y un generoso
surtido de palabrotas que harían una película más real, más próxima a la
sociedad actual, carente por tanto de emoción y por eso más rechazable.
Sé que no me van a hacer caso
porque hoy el cine es dinero y la nueva película llenaría las salas, que es de
lo que se trata, por ser continuación de un mito. O será que me estoy haciendo
mayor, que el anuncio me pilla bajo de moral y que, como unos desagradecidos me
criticaron, cualquier tiempo pasado me parece mejor. Confío en que no la llamen
"Casablanca 2", me molestan las patadas a la lengua castellana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario