En las pasadas elecciones al
parlamento catalán ha habido dos notas –entre otras más- especialmente
relevantes: Que quien convocara elecciones anticipadas con un contundente y
claro objetivo quedó rotundamente desautorizados a pesar de haber escogido el
modo y el momento de la convocatoria y que una minúscula fuerza
antinacionalista -Ciudadanos- triplicase sus escaños. Todo ello, hay que
entenderlo así, en medio de un parlamento netamente secesionista. ¿O sólo aparentemente?
¿Sería tan difícil la coalición entre CiU y ERC si ambos tuviesen como meta
común e irrenunciable la secesión?
La prensa ha dedicado muchísimo
espacio y muchísimos minutos a glosar las desventuras de Mas, pocas líneas he
visto dedicadas a Ciutadans, los parias del nacionalismo, y sus logros
electorales, quizá algo comprensible en un lugar en que la prensa está tan
comprometida con el poder. Con los poderes.
Sí hay sin embargo un gran
acuerdo sobre la proveniencia de los votos que han recibido: los desencantados
del PP y del PSC. ¿Cuántos votos han perdido los socialistas y su trayectoria
nacionalista, su gobierno tripartito de infausta memoria y su repetitivo
acercamiento a las tesis nacionalistas? ¿Cuántos miles de papeletas, a pesar del
masivo voto, ha perdido el partido heredero de Pasqual Maragall? La política de
comprensión y apoyo, de compadreo hacia CiU y Esquerra ha recibido el rechazo
de miles de ciudadanos que han ido con su voto a refugiarse en brazos de
quienes prestaban más atención a sus problemas, algunos derivados de la crisis
pero otros muchos derivados del empeño nacionalista. La política de desencaje
de Cataluña dentro de España debe mucho a unos socialistas que están recogiendo
lo que han sembrado.
Otro tanto cabe decir del PP,
corresponsable también con los socialistas de la crisis económica y de la falta
de soluciones. “Estancamiento” es la palabra más feliz con que se puede definir
su resultado. Anda también el PP poniendo paños calientes a su relación –temerosos
de ser tachados de españolistas- con los partidos catalanistas. ¿Cuántos
escaños que podrían ser del PP han terminado en poder de Ciudadanos de
Cataluña?
Ambos grandes partidos suelen ser
poco claros e indefinidos, temerosos siempre de que sus decisiones les arruinen
unos posibles pactos o un acercamiento al poder. Finalmente esa falta de
claridad, de concreción y de definición han llevado sus votos a quienes han propugnado
políticas especificas y fácilmente perceptibles por los votantes.
En Ciutadans se da además la
renovación de la espesa y poco oxigenada sangre de la política española. Que
viento nuevo airee los despachos y que nuevas neuronas empiecen a tomar las
decisiones que rigen nuestra vida debe ser necesariamente bueno. Debe no
obstante este partido ser consciente de su semejanza de criterios y de valores
con otro partido al que cabe suponer gran pujanza en el futuro: hacer la guerra
individualmente sólo trae dificultades y problemas, quienes pretenden los
mismos objetivos deben trabajar juntos y aunar esfuerzos. De otra manera sus
resultados tardarían el doble en llegar a cambiar la maltrecha sociedad a la
que se supone que ambos quieren ayudar.
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