Ignoro por qué los españoles nos
respetamos tan poco que estamos prestos a olvidar nuestra cultura y nuestras
costumbres y tradiciones en aras de una supuesta modernidad. Acogemos con
entusiasmo cuanto nos viene de fuera y renegamos ilusionados de todo cuanto
hemos sido durante siglos. Empieza noviembre y las calles se llenan de
extravagantes monstruos anglosajones a los que hemos permitido, vaya usté a
saber por qué, sodomizar nuestra cultura. Por algún extraño motivo, la España
autosatisfecha de barriga llena y adosado en la playa decidió hace años abrazar
la estrambótica religión jolivudiense de Halloween. Modelnos que semos.
Hasta en las escuelas nos invaden
arañas, brujas y horrendos monstruos venidos de más allá del Atlántico. Sé muy
bien que cuando se estudia un idioma debe estudiarse también su cultura.
Entiendo pues que esta celebración forme parte del currículo ordinario. Me
cuesta entender en cambio que tan súbitamente la sociedad se haya entregado
atada de pies y manos a unas costumbres extrañas, que exaltemos henchidos de
júbilo aquello que identifica a culturas ajenas y olvida la nuestra.
Porque echo en falta que en los
libros de texto se promocione con igual intensidad y repetición, aquellas
tradiciones milenarias propias de la cultura castellana, a las que estamos
dejando morir de inanición, y que acompañaron a nuestros ancestros mientras no
sentían vergüenza de ser como eran, mientras no deseaban ser identificados con
tradiciones exóticas y con culturas foráneas. No hablo de Don Juan Tenorio, de
los huesos de santos ni de las visitas a los cementerios, hablo de todas las
variadas costumbres y juegos que fueron populares y que resultan ajenas a las
actuales generaciones. No sé si en esta renuncia hay vergüenza, ignorancia o
desidia, pero si olvidamos de dónde venimos terminaremos por no saber dónde
vamos. ¿Pero acaso lo sabemos?
Nos creemos mejores, chupiguays y
el colmo de la modernidad cuando a nuestros hijos los cristianamos como
Jennifer, Jessica o Maiquel, conste que conozco a personas que arrastran con
alegría esta cruz. Suelo contar el caso de un abuelo que perseguía a su pequeño
nieto al grito de "Kevin José, que vengas, coño".
El mundo camina hacia la fusión
de culturas y a veces lo ha ce indiscriminadamente; no sé si hay que europeizar
España o hispanizar Europa, pero conviene sentarse a pensar y discernir, sólo
demando a la sociedad y a las autoridades respeto para nosotros mismo.
1 comentario:
A algunos alérgicos,con problemas graves de hipersensibilidad dérmica, les molesta el crucifijo en los colegios públicos,hasta el punto de sufrir sarpullidos, enrojecimiento generalizado y dificultad respiratoria, pero se ve que no les molesta que en esos mismos colegios se celebre por todo lo alto la fiesta del jalouin.
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