Miren, yo en Navidad me piro, tomo las de Villadiego, me
largo. Visto en qué se han convertido las navidades que tengo en mi memoria
prefiero desaparecer. Debo reconocer que sin duda será cosa de la edad y que
hacerse mayor conlleva que ilusiones, ganas y sonrisas se hayan ido quedando
por el camino.
Sí, me he puesto melancólico. Hace años pregoné la navidad
en un conocido centro social palentino y el resumen de prensa dijo que yo creía
que cualquier tiempo pasado era mejor. No. No necesariamente, pero en navidad
es probable que me lo parezca. ¿O, por ejemplo, no les parece a ustedes que
hace años nevaba más por navidad, el turrón era más barato y la familia se
reunía de verdad?
Porque, ¿no les parece que la familia en navidad se convierte en un coñazo? Bueno, no, perdonen,
déjenme rectificar: No es así, lo retiro. Lo que es insoportable es la
obligación de reunirse todos porque es navidad. Y sí, claro, en la familia
siempre hay alguno que es un puro coñazo, que se bebe mi güisqui o que se
sienta en mi sillón favorito a pesar de que está clarísimo que el hueco del
almohadón lleva la firma de mis posaderas. Oiga, que me sobra esa necesidad
imperiosa de divertirse, de cantar y de ser feliz porque lo diga el calendario.
Yo me divierto cuando se me pone en tal sitio, me sobra el toque de corneta,
coño.
Además la navidad era una celebración religiosa y
tradicional que empezaba con el soniquete del sorteo del día 22. Ahora hay
lotería de navidad en agosto, la fiesta se ha convertido en folclore que
empieza a primeros de noviembre, cuando a los grandes almacenes se les acaban
los ecos del puñetero jalogüin.
Desde hace años las calles se iluminan no para celebrar la
navidad sino porque lo deciden así las asociaciones de comerciantes, que se
cabrean con el Ayuntamiento como no les coloquen una de esas luminarias a cinco
metros del comercio. Desde la imposición de lo políticamente correcto la
iluminación ya no tiene símbolos navideños no sea que se mosqueen laicos, ateos
y podemistas varios. Entonces, ¿qué carajo celebran ellos? Lo dicho, unas
fiestas folclóricas y costumbristas… A tomar, señores, a tomar…
Me las piro, a ver si por el camino me encuentro a Papá Noel
y le descerrajo una pedrada entre ojo y ojo. Sí, me he puesto melancólico, cualquier navidad pasada fue
mejor.
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