Para no convertir este artículo
en una provocación desde el primer renglón dejemos sentado previamente que de
los asesinatos de la semana pasada en París son únicos culpables quienes los
perpetraron y quienes a éstos animaron y apoyaron. Salvajada mayor es
dificilmente concebible en una mente humana a no ser que esté perversamente
enferma.
Corro velozmente a aclarar que la
libertad debe ser la base sobre la que se fundamente nuestra sociedad, sin
Libertad no somos personas sino marionetas en manos ajenas. Y la libertad de
expresión y de crítica no son más que dos facetas distintas de esa Libertad,
imprescindibles ambas. Llevo veinte años haciendo uso de la libertad de
expresión invitado por este periódico, nada más práctico que disfrutarla tantos
años para poder valorarla y defenderla.
Pero junto a la libertad, la
Libertad, está la responsabilidad. Mi derecho a la libertad de expresión no es
absoluto, tiene límites, allá donde empiezan los derechos de los otros.
Musulmanes, cristianos, herejes, apóstatas, ateos y tantos otros incluídos. El
respeto a ellos y sus creencias debe ser absoluto, tan grande como mi libertad
de expresión.
Y una portada en la que diversos
obispos se persiguen en círculo, semidesnudos, agarrándose unos a otros,
sujetando el bajo de sus sotanas con los dientes, buscando sodomizarse, no es
crítica sino burla y desprecio, ofensa tan innecesaria como prescindible. Y
ofrecer al público baboso una portada de las tres personas de la Santísima
Trinidad sodomizándose entre sí (¡Qué empeño con el temita, qué monotonía!) no
es una crítica a la Iglesia, a la que estamos todos habituados, sino buscar la
ofensa porque sí, gratuitamente, provocar por el mero gusto de tocar los
tegumentos procreativos al personal. Eso no es libertad de crítica sino ofensa
vulgar. Claro que esas ofensas a millones de personas ni explican ni justican
ni…el asesinato de una sola persona, por cierto, con armas producidas y
vendidas por Occidente.
Mi sitio está con los que viven
en democracia, la valoran y la defienden, pero también con la responsabilidad,
el equilibrio y la justicia. Por eso yo no soy Charlie, aunque esté
infinitamente más cerca de él que de los bárbaros enfermos que creen que Dios
ordena matar.
Nunca seré Charlie, nunca seré
"ese" Charlie. Por libre y por responsable.
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