En España tenemos muchas cosas
que aprender de los demás. Y los demás de España, conste. Entre las cosas que
nosotros deberíamos aprender está la disciplina alemana o japonesa, el respeto por
los demás de los nórdicos. Nosotros también tenemos muchas lecciones que dar,
el genio latino nos hace imprescindibles para el mundo, por ejemplo.
Entre las cosas que debemos
aprender está, por ejemplo, el respeto por nosotros mismos. Nuestro
autoconcepto es paupérrimo y habitualmente nos tenemos catalogados muy
deficientemente. El amor por lo propio es considerado como despreciable, como
fascismo, como franquismo. Considerarse español y estar orgulloso de ello
(tanto como un francés, un coreano o un senegalés, y no digamos como un danés o
un estadounidense) es considerado por muchos de nosotros, especialmente esas
bestias negras de la libertad que militan en la extrema izquierda, como algo retrógrado,
cavernícola, o, en el mejor de los casos, decimonónico. Jamás un portugués, un
chino o un vietnamita pensará algo parecido, no digamos ya si pensamos en Cuba,
Venezuela o Bolivia, referentes “democráticos” de esa izquierda que nos
amenaza, y en los que, “Patria o muerte”, el poder abusa de los símbolos
nacionales tanto como hizo Franco en sus peores años.
Sin embargo no aprendemos, cierta
izquierda, no tan extrema, apoya y se ha apoyado en los nacionalismos que
quieren que desaparezca España. Sí, Aznar también lo hizo, aunque nunca puso en
cuestión el concepto de nación como Zapatero ni tuvo un partido en Cataluña que
apoyó hasta la saciedad a los independentistas. Esa izquierda prefiere por
algún recóndito misterio un concepto descafeinado de España, nunca se le
ocurrirá seguir el camino de sus homólogos franceses, por ejemplo. Nadie habla
de una idea de España semejante a la del franquismo, tengamos las ideas claras,
sino semejante al concepto que de Suecia tienen los izquierdistas suecos, al concepto
de Polonia que tienen los socialistas polacos o al de china que tienen los
comunistas chinos.
Esa izquierda se ha aliado
infinidad de veces con conceptos como los de los nacionalistas catalanes o
vascos. Solo catarsis como la actual del PSC o la del Partido Socialista Vasco
pueden volver a poner –solo parcialmente, que ya es tarde- las cosas en su
sitio. Así los nacionalistas están crecidos, preparan referéndums, postizos,
falsos y antidemocráticos, y se burlan de España y sus símbolos una y otra vez
sin que nada pase, nadie defienda a España y sin que los españoles, más allá de
la irritación personal, hagan nada. Claro, el españolismo de chequera y cuenta
en Suiza de algunos de los otros tampoco ayuda mucho. Quizá por eso nadie es
capaz de encontrar una letra a este himno, una letra que nos una a todos.
El 30 de mayo nacionalistas
extremos, los más brutos de cada camada, tienen previsto uno de sus aquelarres
en un campo de fútbol con motivo de la final de la copa del rey de fútbol. La
concentración en realidad no será para ver un acontecimiento deportivo importante, sino para silbar el
himno de España, para ofendernos, para mostrar a millones de espectadores de
todo el mundo su odio, sus malas entrañas. Insisto: ante millones de
espectadores de todo el mundo. Y usted, como todos los años, se va a quedar en
su sillón favorito contemplándolo sin hacer nada.
Los españoles, demócratas,
racionales, sensibles pero no hipersensibles, lógicos y respetuosos con todas
las opiniones y símbolos de todos, no debemos permitir que esto suceda una vez
más, no debemos permitir que los fascistas de dos rincones de España impongan
su espectáculo de insultos a España y a nuestro símbolo. Hagamos como hacen en
Francia, por ejemplo, exijamos el respeto que a sus símbolos tienen en Argentina,
en Islandia o en Sudáfrica, por ejemplo. Exijamos respeto y si no hay ese respeto,
si silban el himno, si hay cualquier ofensa, exijamos a la Real Federación de
Fútbol que se suspenda el partido. Por una vez seamos franceses, hagamos como
los franceses, respetémonos, exijamos el mismo respeto que damos a los demás.
Si se pita no se juega, si se pita no se debe jugar, que lo suspendan, dejemos
de aguantar –y aún más, de pagar- las ofensas que los fascistas hacen a los
ciudadanos, fuera complejos.
Yo ya he firmado esta petición aquí, hazlo tú por favor.
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