Palencia es una emoción:

19 marzo 2015

Si se pita se suspende el partido

En España tenemos muchas cosas que aprender de los demás. Y los demás de España, conste. Entre las cosas que nosotros deberíamos aprender está la disciplina alemana o japonesa, el respeto por los demás de los nórdicos. Nosotros también tenemos muchas lecciones que dar, el genio latino nos hace imprescindibles para el mundo, por ejemplo.

Entre las cosas que debemos aprender está, por ejemplo, el respeto por nosotros mismos. Nuestro autoconcepto es paupérrimo y habitualmente nos tenemos catalogados muy deficientemente. El amor por lo propio es considerado como despreciable, como fascismo, como franquismo. Considerarse español y estar orgulloso de ello (tanto como un francés, un coreano o un senegalés, y no digamos como un danés o un estadounidense) es considerado por muchos de nosotros, especialmente esas bestias negras de la libertad que militan en la extrema izquierda, como algo retrógrado, cavernícola, o, en el mejor de los casos, decimonónico. Jamás un portugués, un chino o un vietnamita pensará algo parecido, no digamos ya si pensamos en Cuba, Venezuela o Bolivia, referentes “democráticos” de esa izquierda que nos amenaza, y en los que, “Patria o muerte”, el poder abusa de los símbolos nacionales tanto como hizo Franco en sus peores años.

Sin embargo no aprendemos, cierta izquierda, no tan extrema, apoya y se ha apoyado en los nacionalismos que quieren que desaparezca España. Sí, Aznar también lo hizo, aunque nunca puso en cuestión el concepto de nación como Zapatero ni tuvo un partido en Cataluña que apoyó hasta la saciedad a los independentistas. Esa izquierda prefiere por algún recóndito misterio un concepto descafeinado de España, nunca se le ocurrirá seguir el camino de sus homólogos franceses, por ejemplo. Nadie habla de una idea de España semejante a la del franquismo, tengamos las ideas claras, sino semejante al concepto que de Suecia tienen los izquierdistas suecos, al concepto de Polonia que tienen los socialistas polacos o al de china que tienen los comunistas chinos.

Esa izquierda se ha aliado infinidad de veces con conceptos como los de los nacionalistas catalanes o vascos. Solo catarsis como la actual del PSC o la del Partido Socialista Vasco pueden volver a poner –solo parcialmente, que ya es tarde- las cosas en su sitio. Así los nacionalistas están crecidos, preparan referéndums, postizos, falsos y antidemocráticos, y se burlan de España y sus símbolos una y otra vez sin que nada pase, nadie defienda a España y sin que los españoles, más allá de la irritación personal, hagan nada. Claro, el españolismo de chequera y cuenta en Suiza de algunos de los otros tampoco ayuda mucho. Quizá por eso nadie es capaz de encontrar una letra a este himno, una letra que nos una a todos.

El 30 de mayo nacionalistas extremos, los más brutos de cada camada, tienen previsto uno de sus aquelarres en un campo de fútbol con motivo de la final de la copa del rey de fútbol. La concentración en realidad no será para ver un acontecimiento  deportivo importante, sino para silbar el himno de España, para ofendernos, para mostrar a millones de espectadores de todo el mundo su odio, sus malas entrañas. Insisto: ante millones de espectadores de todo el mundo. Y usted, como todos los años, se va a quedar en su sillón favorito contemplándolo sin hacer nada.


Los españoles, demócratas, racionales, sensibles pero no hipersensibles, lógicos y respetuosos con todas las opiniones y símbolos de todos, no debemos permitir que esto suceda una vez más, no debemos permitir que los fascistas de dos rincones de España impongan su espectáculo de insultos a España y a nuestro símbolo. Hagamos como hacen en Francia, por ejemplo, exijamos el respeto que a sus símbolos tienen en Argentina, en Islandia o en Sudáfrica, por ejemplo. Exijamos respeto y si no hay ese respeto, si silban el himno, si hay cualquier ofensa, exijamos a la Real Federación de Fútbol que se suspenda el partido. Por una vez seamos franceses, hagamos como los franceses, respetémonos, exijamos el mismo respeto que damos a los demás. Si se pita no se juega, si se pita no se debe jugar, que lo suspendan, dejemos de aguantar –y aún más, de pagar- las ofensas que los fascistas hacen a los ciudadanos, fuera complejos.

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