Como muchos lectores habrán ya
notado este bloguero tiene el gran defecto de ser conscientemente católico en
una sociedad conscientemente laica, cuando no agnóstica o atea. Ruego a los
lectores tengan a bien perdonar esta lacra que espero puedan encontrar
compensada por otras virtudes. El caso es que a veces uno, sabiéndose parte de
una minoría incomprendida, tiende involuntariamente a esconder sus desviaciones
personales por aquello de no ser señalado con el dedo al montar en el autobús o
al atravesar un paso de peatones, del mismo modo que se señala al pedófilo o al
corrupto. España es una sociedad un tanto extraña pues considera injusto e
indigno burlarse de un homosexual (ciertamente lo es) pero los católicos a
veces tenemos que soportar miradas de comprensión por parte de aquellos
ciudadanos más afortunados a quienes les ha sido concedido el acierto de ser
laicos, ateos o simplemente indiferentes. Encaja adecuadamente en un país que
no tolera la corrupción pero que se jacta de pagar facturas sin IVA.
El caso es que de mi criterio
viciado por la religión católica tampoco escapa la Iglesia de abundantes
críticas. Mi último reproche, al que no había puesto letra pero cuya música anidaba
en mi interior, es el que el propio Papa Francisco ha hecho a los curas con
cara de vinagre. Ser católico debería ser sinónimo de ser alegre, optimista y,
perdónenme, fandanguero. Pero en esto de la tristeza, y ahí va mi reprensión,
la propia Iglesia es culpable, a mi humilde, y ya digo que viciado, parecer. La
Iglesia en algún momento de su largo pervivir ha errado en las ideas que nos ha
trasmitido a sus fieles y ha cargado las tintas en la muerte y pasión de
Cristo, acentuando que murió por nuestros pecados, por nuestra culpa y por
nuestra redención, obviando sin embargo la Pascua. El carácter lúgubre español
y la influencia histórica de la tenebrosa Casa de Austria (Felipe II a los
mandos) han hecho lo demás.
La Pascua, a las débiles
entendederas de este católico de a pie, debería haber sido el leitmotiv de la
Religión Católica, quizá de todas las religiones. La resurrección, el gozo de
la vida, ser salvados por Cristo, la recuperación de la esperanza, debería ser
el horizonte al que todos mirásemos cada día al iniciar la jornada. Sin embargo
para nosotros es más importante la Semana Santa, la celebración de la Pasión y
de la muerte, que la resurrección, que la vida, que la esperanza. Que la Pascua.
La Pascua es la razón fundamental
para ser católico, la Pascua debería ser el banderín de enganche para una
religión de vida, de futuro, de luz. Que Jesús haya resucitado y sea símbolo de
generosidad y vida debería ser definitivo en la religión católica. Sin embargo
nuestra cultura, quizá no es solo cuestión de religión, siempre ha preferido
celebrar la muerte. Goya, por ejemplo. A mi generación, esa generación de
post-postguerra, se nos ha trasmitido la cultura del miedo, la cultura de la
muerte, la celebración del dolor. Lamentablemente en España apenas tenemos
cultura de Pascua, entre nosotros apenas hay conejos o huevos de pascua,
tradiciones valiosísimas que perviven en otros países cristianos. Las ancestrales
procesiones dolorosas, a las que por cultura no estoy dispuesto a renunciar, y
los viacrucis han tirado más de nosotros, nos iba más el penar que el gozar. O
eso nos han trasmitido.
En los últimos años se ha
recuperado la costumbre de felicitar las Pascuas. Así quiero alegrarme con
todos ustedes de que la Pascua haya llegado, de que Francisco sea un papa
alegre y no con cara de vinagre, quiero alegrarme de que quizás, ojalá, las
cosas estén cambiando, de que los católicos vivamos con más alegría y muy
especialmente quiero desear que algún día a nadie sea comprensivo conmigo
porque, pobre, sea católico en un mundo al que estas tonterías le trae al
pairo. Hay una dura batalla de librar, hay quien puede presumir por salir del
armario y reconocerse homosexual. Sin embargo los católicos cada vez tendemos a
pasar desapercibidos, es curioso cómo las palabras se encogen, las miradas se
abajan y los hombros se arrugan cuando públicamente alguien plantea estos temas
en un colectivo…
Cristo resucitó, por tanto felices pascuas,
muy felices pascuas a mis lectores, a varios de los cuales he tenido el placer
de conocer personalmente en los últimos años, a veces con cientos de kilómetros
recorridos para verme.
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